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Vessel Name: anadertal
13 August 2008 | algeciras
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Armar la marimorena.

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13 August 2008 | algeciras
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Armar la marimorena.
Con el sombrero verde puedo decir : ..." en lugar que la gente pague por nuestro producto, nosotros le pagaremos para que se lo lleve". Con esto hemos provocado, pero la idea se transforma en: "Daremos bonos que valen como dinero para las personas que compran cierta cantidad de producto y con esto comprar�n m�s". Es decir transformamos la idea provocadora en una l�gica que nos puede dar buenos resultados, de eso se trata. Normativo. El azul es fr�o, y es tambi�n el color del cielo, que esta por encima de todo. El sombrero azul se ocupa del control y la organizaci�n del proceso del pensamiento, es decir del uso de los dem�s sombreros. Como dicotom�a podemos decir que la creatividad es limitada por la normatividad, esto es por el control. Pensemos en una r�gida escuela militar en donde el oficial le dice al subalterno: "�Aqu� no se piensa, s�lo se cumplen las ordenes sin objeciones ni murmuraciones!" .Con el sombrero azul dejamos de pensar en el tema, para pensar en el pensamiento necesario que permite sondear dicho tema. Es decir, con �ste sombrero decidimos cu�l de los otros cinco sombreros usar y nos indica cu�ndo cambiar de sombrero. Me valdr�, por lo pronto, de un primer ejemplo. En todos los tiempos se ha querido volver "mejor" al hombre; este prop�sito era lo que primordialmente se entend�a por moral. Mas he aqu� que este t�rmino implica tendencias diametralmente opuestas. Tanto domesticar la bestia humana como "criar" un determinado tipo humano ha sido considerado como "mejoramiento" del hombre; s�lo estos dos t�rminos zool�gicos expresan realidades; realidades, es verdad, de las que el "mejorador" t�pico, el sacerdote, no sabe nada, no quiere saber nada... Llamar a la domesticaci�n de un animal su "mejoramiento" suena casi a burla sangrienta. Quien sabe lo que ocurre en los circos de animales, desconf�a que en ellos sean "mejoradas" las bestias. Se las debilita, se reduce su peligrosidad, se las convierte por el efecto depresivo del miedo, por dolor, herida y hambre, en bestias morbosas. Pues dicen: lo mismo ocurre con el hombre domesticado, que el sacerdote ha "mejorado". En la temprana Edad Media, en tiempos en que la Iglesia era en efecto primordialmente una especie de zool�gico amaestrado, se cazaban los ejemplares m�s hermosos de la "bestia rubia"; se "mejoraba", por ejemplo, a los germanos de noble linaje. Pero tal germano "mejorado", atra�do al convento, quedaba reducido a una caricatura de hombre, un ser trunco; convertido en un "pecador", estaba metido en una jaula, recluido entre conceptos terribles... Helo aqu� postrado, enfermo, enclenque, fastidiado consigo mismo, lleno de odio a todo lo que seduce de la vida y de recelo hacia todo lo que era todav�a fuerte y feliz. En una palabra, un "cristiano"... Fisiol�gicamente hablando, en la lucha con la bestia, enfermarla puede ser el �nico medio de debilitarla. Bien entend�a el problema la Iglesia; echando a perder al hombre, lo debilitaba, pretendiendo "mejorarlo"... Consideremos el otro caso de la llamada moral, el de la "cr�a"; formaci�n de una determinada raza y tipo. El ejemplo m�s grandioso al respecto es la moral india, sancionada como religi�n por la "Ley de Man�". Aqu� se propone' la tarea de formar simult�neamente nada menos que cuatro razas: una sacerdotal, otra guerrera, otra mercantil y campesina y, por �ltimo, una raza destinada a servir, los sudras. En este caso nos encontramos definitivamente entre domadores de fieras; un tipo humano cien veces m�s suave y cuerdo, se necesita para concebir siquiera el plan de tal formaci�n. Respira uno con alivio al pasar de la atm�sfera cristiana de hospital y c�rcel a este mundo m�s sano, m�s elevado y amplio. �Cu�n pobre y maloliente aparece el "Nuevo Testamento" al lado de Man�! Plat�n va m�s all�. Con un candor muy heleno, incompatible con el "cristiano", afirma que no habr�a ninguna filosof�a plat�nica si no hubiese en Atenas tantos j�venes hermosos; que s�lo la vista de estos j�venes sume el alma del fil�sofo en una embriaguez er�tica y que no se libra hasta no haber plantado en tan hermoso suelo la semilla de todas las cosas elevadas. � Otro santo muy raro! Uno se resiste a dar cr�dito a sus o�dos, aun en el supuesto de que se diera cr�dito a Plat�n. Se adivina, en todo caso, que en Atenas se filosofaba de una manera diferente, sobre todo en ~ublico. Nada hay tan antiheleno como la sutilizaci�n conceptual de un solitario, amor intellectualis dei al modo de Spinoza. La filosof�a al modo de Plat�n corresponde definirla m�s bien como rivalidad er�tica, como evoluci�n y profundizaci�n de la antigua gimnasia agonal y sus premisas... �Qu� surgi�, por �ltimo, de este erotismo filos�fico de Plat�n? Una nueva modalidad art�stica del agon heleno, la dial�ctica. Para terminar, recordar�, en oposici�n a Schopenhauer y en honor de Plat�n, que tambi�n toda la cultura y literatura superiores de la Francia cl�sica han nacido en el suelo del inter�s sexual. Cabe buscar en ellas por doquier la galanter�a, los sentidos, la rivalidad sexual, la "mujer"; no se buscar� nunca en vano... L'art pour l'art. La lucha por el fin en el arte es siempre la lucha contra la tendencia a la moralizaci�n en el arte, contra su subordinaci�n a la moral. L'art pour l'art quiere decir: "�que se vaya al diablo la moral!" Mas aun esta hostilidad revela el imperio del prejuicio. Una vez excluido del arte el fin de la moralizaci�n y del perfeccionamiento de los hombres, no por eso el arte carece necesariamente de fin, meta y sentido y es necesariamente l'art pour l'art-un gusano que se muerde la cola. "�Ni fin moral, ni fin alguno!'-, as� habla la pura pasi�n. El sic�logo, en cambio, pregunta: �qu� hace todo arte?, �no elogia?, �no exalta?, �no escoge?, �no destaca? Con todo esto, robustece o debilita determinadas valoraciones... �Se trata tan s�lo de una cosa accidental?, �de una casualidad?, �de algo en que el instinto del artista no interviene para nada? �O bien de la idea del poder del artista?... El instinto m�s profundo del artista, �tiende al arte?, �no tiende al sentido del arte, a la vida?, �a un ideal de vida? Si el arte es la gran incitaci�n a la vida, �c�mo considerarlo carente de fin y meta, de acuerdo con l'art pour l'art? Sigue entonces en pie este interrogante: el arte plasma tambi�n muchas cosas feas, duras y problem�ticas de la vida. �Se aparta de ella? Y, en efecto, ha habido fil�sofos que le daban este sentido. Schopenhauer ense�aba como prop�sito total del arte: "liberarse de la voluntad", y ensalzaba "inducir a la resignaci�n" como la gran utilidad de la tragedia. Pero esto, seg�n ya lo di a entender, es �ptica de pesimista y "mal de ojo"; hay que apelar a los artistas mismos. �Qu� comunica el artista tr�gico de su intimidad? �No exhibe �l precisamente el estado exento de miedo ante lo pavoroso y problem�tico? En este estado es una aspiraci�n elevada; quien lo conoce le rinde los m�ximos honores. Lo comunica, no puede por menos de comunicarlo, siempre que sea un artista, un genio de la comunicaci�n. La valent�a y libertad del sentimiento ante un enemigo poderoso, ante una sublime desventura, ante un problema que sobrecoge; este estado triunfante es el que elige y exalta el artista tr�gico. Ante la tragedia, lo que hay de guerrero en nuestra alma celebra sus saturnales; quien est� acostumbrado a sufrir y va en procura del sufrimiento, el hombre heroico, con la tragedia ensalza su existencia; �nicamente a �l sirve lo tr�gico la bebida de esta dulc�sima crueldad. Conformarse con los hombres, tener casa abierta con su coraz�n es liberal, pero nada m�s que liberal. Los corazones capaces de la hospitalidad aristocr�tica se los reconoce por las muchas ventanas cubiertas y postigos cerrados; tienen desocupadas sus mejores estancias. �Por qu�? Porque esperan a hu�spedes con los que uno no "se conforma"... All� donde, de alguna forma, la voluntad de poder decae, hay tambi�n siempre un retroceso fisiol�gico, una d�cadense. La divinidad de la d�cadense, castrada de sus virtudes e instintos m�s viriles, se convierte necesariamente, a partir de ese momento, en Dios de los fisiol�gicamente retrasados, de los d�biles. Ellos no se llaman a s� mismos los d�biles, ellos se llaman "los buenos"... Se entiende, sin que sea necesario siquiera se�alarlo, en que instantes de la historia resulta posible la ficci�n dualista de un Dios bueno y de un Dios malvado. Con el mismo instinto con que los sometidos rebajan a su Dios haciendo de �l el "bien en s�", borran completamente del Dios de sus vencedores las buenas cualidades; toman venganza de sus se�ores transformando en diablo al Dios de �stos. - El Dios bueno, lo mismo que el diablo: ambos engendros de la d�cadense. - �C�mo se puede hoy seguir haciendo tantas concesiones a la simpleza de los te�logos cristianos, hasta el punto de decretar con ellos que es un progreso el desarrollo ulterior del concepto de Dios, desarrollo que lo lleva desde "Dios de Israel", desde Dios de un pueblo, al Dios cristiano, a la s�ntesis de todo bien? - Pero hasta Renan hace eso. �Como si Renan tuviera derecho a la simpleza! A los ojos salta, sin embargo lo contrario. Cuando del concepto de Dios quedan eliminados los presupuestos de la vida ascendente, todo lo fuerte, valiente, se�orial, orgulloso, cuando Dios va rebaj�ndose paso a paso a ser s�mbolo de un bast�n para cansados, de un ancla de salvaci�n para todos los que se est�n ahogando, cuando se convierte en Dios-de-las-pobres-gentes, en Dios-de-los-pecadores, en Dios-de-los-enfermos par excellence, y el predicado"salvador", "redentor", es lo que resta, por as� decirlo, como predicado divino en cuanto tal: �de qu� habla tal transformaci�n?, �tal reducci�n de lo divino? - Ciertamente con esto "el reino de Dios" se ha vuelto m�s grande. En otro tiempo Dios ten�a �nicamente su pueblo, su pueblo "elegido". Entre tanto, al igual que su pueblo mismo, �l march� al extranjero, se dio a peregrinar, desde entonces no ha permanecido ya quieto en ning�n lugar: hasta que acab� teniendo su casa en todas partes, el gran cosmopolita, - hasta que logr� tener de su parte "el gran n�mero" y media tierra. Pero el Dios del "gran n�mero" el dem�crata entre los dioses, no se convirti�, a pesar de todo, en un orgulloso Dios de los paganos: �sigui� siendo jud�o, sigui� siendo el Dios de los rincones, el Dios de todas las esquinas y lugares oscuros, de todos los barrios insalubres del mundo entero!... Su reino del mundo es, tanto antes como despu�s, un reino del submundo, un hospital, un reino-subterr�neo, un reino-ghetto... Y el mismo tan p�lido, tan d�bil, tan d�cadent... De �l se ense�orearon hasta los m�s p�lidos de los p�lidos, los se�ores metaf�sicos, los albinos del concepto. Estos estuvieron tejiendo alrededor de �l su telara�a todo el tiempo preciso, hasta que hipnotizado por sus movimientos, �l mismo se convirti� en una ara�a, en un metaphysicus. A partir de ese momento �l teji� a su vez la telara�a del mundo sac�ndola de s� mismo - sub specie Spinozae -, a partir de ese momento se transfigur� en algo cada vez m�s tenue y m�s p�lido, se convirti� en un "ideal", se convirti� en un "esp�ritu puro", se convirti� en un absolutum, se convirti� en "cosa en s�"... Ruina de un Dios: Dios se convirti� en "cosa en s�"...
Hacer alguien su agosto.
Y contin�a: "El capital empleado en esta forma no puede rendir beneficio ni ingreso al que lo emplea, mientras permanezca en su posesi�n o no cambie de forma". �El capital as� empleado! Sin embargo, A. Smith nos habla del capital invertido en la agri�cultura o en la industria y, m�s adelante, nos dice que el capital invertido de este modo se divide en capital fijo y capital circulante. Por tanto, la inversi�n del capital en esta forma no puede convertir al capital en circulante ni en fijo. Scorts en Madrid S�, por el contrario, el precio del producto experimenta una subida, se apropiar�, tom�ndola de la circulaci�n, una parte del capital que no hab�a sido desembolsado. No se trata de una parte org�nica del capital desembolsado en el proceso de producci�n; s� la producci�n no se ampl�a, esta parte constituye, por tanto, un capital-dinero disponible. Como partimos del supuesto de que los precios de los elementos del producto se hallan fijados antes de que �ste aparezca en el mercado como capital-mercanc�as, puede ocurrir que la subida de precio responda a un verdadero cambio de valor, siempre y cuando que act�e retrospectivamente, como ocurre por ejemplo cuando las materias primas aumenten de valor a posteriori. En este caso, el capitalista X saldr�a ganando por un doble concepto: en el producto circulante como capital-mercanc�as y en su reserva de producci�n. Esta ganancia suministrar� un capital adicional, capital que ahora le ser� necesario para seguir explotando su industria, ante la subida de precios de los elementos de producci�n. Escorts Costa Brava Ricardo va ya bastante m�s all� que A. Smith. Basa su concepci�n de la plusval�a en una nueva teor�a del valor, que aunque aparec�a ya como un conato en A. Smith se perd�a nuevamente entre los desenvolvimientos de este autor y que habr�a de constituir, el punto de partida de toda la ciencia econ�mica posterior. De la determinaci�n del valor de la mercanc�a por la cantidad de trabajo materializado en ella, deriva Ricardo la distribuci�n entre obrero y capitalista de la cantidad de valor a�adida a las matear�as primas por el trabajo, su divisi�n en salario y ganancia (es decir, aqu�, plusval�a). Demuestra que el valor de las mercanc�as es siempre el mismo, por mucho que cambie la proporci�n entre estas dos partes; ley a la que s�lo admite excepciones aisladas. Establece, incluso, algunas leyes fundamentales acerca de la proporci�n inversa entre el salario y la plusval�a (concebida bajo la forma de ganancia), aunque en una formulaci�n demasiado general (Marx, El Capital, I, cap. XV, I) [435-438], y demuestra la renta del suelo como un remanente que en determinadas circunstancias se desprende de la ganancia. Rodbertus no se remonta por encima de Ricardo en ninguno de estos dos puntos. Las contradicciones internas de la teor�a de Ricardo, que condujeron al fracaso a su escuela, pasaron completamente inadvertidas para Rodbertus o s�lo sirvieron para inducirle (Zur Erkenntniss, etc., p. 130), a reivindicaciones ut�picas, y no a soluciones econ�micas. http://www.girlsbcn.com.es Por consiguiente, la incorporaci�n del capital adicional necesario para convertir el tiempo de circulaci�n del capital I, en tiempo de producci�n no s�lo aumenta la magnitud del capital desembolsado y la duraci�n del tiempo con vistas al cual se desembolsa necesariamente el capital global, sino que adem�s aumenta espec�ficamente la parte del capital desembolsado que existe como reserva-dinero y que adopta, por tanto, la forma de capital-dinero y de capital-dinero potencial. Acompa�antes Barcelona
Nosotros los que conocemos somos desconocidos para no�sotros, nosotros mismos somos desconocidos para noso�tros mismos: esto tiene un buen fundamento. No nos hemos buscado nunca, -- �c�mo iba a suceder que un d�a nos encon�tr�semos? Con raz�n se ha dicho: �Donde est� vuestro teso�ro, all� est� vuestro coraz�n�1; nuestro tesoro est� all� donde se asientan las colmenas de nuestro conocimiento. Estamos siempre en camino hacia ellas cual animales alados de naci�miento y recolectores de miel del esp�ritu, nos preocupa�mos de coraz�n propiamente de una sola cosa --de �llevar a casa� algo. En lo que se refiere, por lo dem�s, a la vida, a las denominadas �vivencias�, -- �qui�n de nosotros tiene si�quiera suficiente seriedad para ellas? �O suficiente tiempo? Me temo que en tales asuntos jam�s hemos prestado bien atenci�n �al asunto�: ocurre precisamente que no tenemos all� nuestro coraz�n --�y ni siquiera nuestro o�do! Antes bien, as� como un hombre divinamente distra�do y absorto a quien el reloj acaba de atronarle fuertemente los o�dos con sus doce campanadas del mediod�a, se desvela de golpe y se pregunta ��qu� es lo que en realidad ha sonado ah�?�, as� tambi�n nosotros nos frotamos a veces las orejas despu�s de ocurridas las cosas y preguntamos, sorprendidos del todo, perplejos del todo, ��qu� es lo que en realidad hemos vivido ah�?�, m�s a�n, ��qui�nes somos nosotros en reali�dad?� y nos ponemos a contar con retraso, como hemos dicho, las doce vibrantes campanadas de nuestra vivencia, de nuestra vida, de nuestro ser --�ay!, y nos equivocamos en la cuenta... Necesariamente permanecemos extra�os a nosotros mismos, no nos entendemos, tenemos que con�fundirnos con otros, en nosotros se cumple por siempre la frase que dice �cada uno es para s� mismo el m�s lejano�2, en lo que a nosotros se refiere no somos �los que conoce�mos�... Chicas de compa��a en Madrid La mera enumeraci�n de los materiales manuscritos legados por Marx para el libro II demuestra con qu� tremendo rigor con que severa actitud cr�tica para consigo mismo se esforzaba aquel hombre en ahondar hasta la �ltima perfecci�n sus grandes descubrimientos econ�micos, antes de darlos a la publicidad; esta actitud cr�tica para consigo mismo rara vez le permit�a adaptar la exposici�n, por su contenido y su forma, a su horizonte visual, que los nuevos estudios iban ampliando constantemente. Veamos ahora cu�les son estos materiales: girlsvalencia La diferencia obedece a la diversidad de los per�odos de rotaci�n, es decir, de los per�odos en los cuales puede funcionar de nuevo como capital, o sea, como nuevo capital, la reposici�n de valor del capital variable empleado en un determinado per�odo de tiempo. En B y en A se opera la misma reposici�n de valor del capital variable empleado durante los mismos per�odos. Y se opera tambi�n el mismo incremento de plusval�a durante �stos. Pero en B, aunque se produce cada 5 semanas una reposici�n de valor de 500 libras esterlinas m�s 500 libras esterlinas de plusval�a, esta reposici�n de valor no constituye un nuevo capital, puesto que no reviste la forma-dinero. En A, en cambio, no s�lo se repone el antiguo valor-capital por otro nuevo, sino que adem�s se lo reconstruye bajo su forma-dinero, es decir, se lo sustituye por un nuevo capital apto, para funcionar. Selecci�n de escorts Este c�lculo medio, seg�n el cual el valor del producto anual se divide entre el valor del capital desembolsado y no entre el valor de la parte de este capital invertida constantemente en un per�odo de trabajo (es decir, en nuestro ejemplo, no entre 400, sino entre 500, no entre el capital I solamente, sino entre el capital I + capital II), es absolutamente exacto aqu� en que s�lo se trata de la producci�n de plusval�a. M�s adelante veremos que, desde otro punto de vista, no es del todo exacto, como no lo es tampoco en t�rminos generales. Este c�lculo medio basta para los fines pr�cticos perseguidos por el capitalista, pero no expresa de un modo exacto o adecuado todos los factores reales que intervienen en la rotaci�n. Relax en Girona En todo caso, la operaci�n M'-D' infunde tanto al valor del capital contenido en M' como a la plusval�a una existencia separable, la existencia de sumas de dinero distintas; D es, en ambos casos, lo mismo que d, la forma realmente transformada del valor, que en un principio, en M', s�lo cobra expresi�n propia, expresi�n ideal, como precio de la mercanc�a. Escorts Valencia En la agricultura, este ciclo de rotaci�n obedece al sistema de la rotaci�n de frutos. "La duraci�n del per�odo de arrendamiento no debe, en todo caso, suponerse inferior al per�odo de rotaci�n de los distintos cultivos a que ha de dedicarse la tierra y, por tanto, en el sistema de las tres hojas, deber� multiplicarse por 3, 6, 9, etc. Pero en el sistema de las tres hojas y barbechera las tierras s�lo se cultivan cuatro a�os de cada seis, pudiendo en los a�os en que se cultivan sembrarse con grano de invierno y de verano y adem�s, en la medida en que lo requiera o lo permita la calidad de la tierra, con trigo y centeno, cebada y avena, alternativamente. Cada una de estas clases de cereales se reproduce en la misma tierra en mayor o menor abundancia que las otras, cada una tiene su valor y se vende tambi�n por un precio distinto. Por eso el rendimiento de la tierra es cada a�o distinto y var�a tambi�n en la primera mitad del per�odo [en los primeros tres a�os] con respecto al segundo. Y ni siquiera el rendimiento medio de ambos per�odos es igual, ya que la fertilidad no depende solamente de la calidad de la tierra, sino tambi�n del tiempo, debiendo tenerse en cuenta adem�s que en los precios influyen diversos factores sujetos a variaciones. Si, por tanto, calculamos el rendimiento de la tierra por las cosechas medias en seis a�os y tomamos como base los precios de los frutos, obtendremos el rendimiento total de un a�o, tanto en un per�odo como en otro. No ocurrir� lo mismo, sin embargo, si el rendimiento se calcula sola�mente para la mitad del per�odo, es decir, para tres a�os, pues enton�ces el rendimiento total obtenido ser� desigual. De aqu� se deduce que la duraci�n del plazo de arrendamiento, a base del r�gimen de las tres hojas, debe fijarse como m�nimum seis a�os. Mucho m�s deseable y ventajoso tanto para el arrendador como para el arren�datario es, sin embargo, el que el plazo de arrendamiento represente un m�ltiplo del plazo de arrendamiento [sic! F. E.]1 y, por tanto, si el sistema aplicado es el de las tres hojas, sea en vez de 6, de 12, 18 o m�s a�os, y si el sistema es el de siete hojas, de 14 � 28 a�os en vez de 7." (Kirchhof, pp. 117 y 118.) sexo profesional Madrid
El capital variable de 100 libras esterlinas invertido engendra cada semana una plusval�a de 100 libras, lo cual quiere decir que en 50 semanas el capital invertido de 50 X 100 = 5,000 libras esterlinas arroja una plusval�a de 5,000 libras. La masa de la plusval�a producida anualmente es la misma que en el caso anterior = 5,000 libras esterlinas, pero la cuota anual de la plusval�a difiere totalmente, en este caso, de la anterior. Es igual a la plusval�a producida durante el a�o dividida entre el capital variable desembolsado: anibcn Despu�s de exponer, como vemos, que el valor del producto, en la manufactura, = v + p (donde p = ganancia del capitalista), A. Smith nos dice que en la agricultura los obreros, adem�s de reproducir "un valor igual al de su propio consumo, o bien un valor igual al capital" (variable) "del que los emplea, conjuntamente con los beneficios correspondientes" "adem�s del capital del labrador y de sus beneficios, ocasionan la reproducci�n de la renta del terrateniente" (libro II, cap. V, p. 328). El hecho de que la renta pase a manos del terrateniente es de todo punto indiferente para el problema que aqu� nos ocupa. Para poder pasar a sus manos, tiene que encontrarse en manos del arrendatario, es decir, del capitalista industrial. Tiene necesariamente que constituir un elemento integrante del valor del producto, antes de poder convertirse en renta para nadie. Por tanto, el propio A. Smith concibe la renta y la ganancia como simples partes integrantes de la plusval�a, que el obrero productivo reproduce constantemente a la par que su propio salario, es decir, a la par que el valor del capital variable. Renta y ganancia son, por consiguiente, dos partes de la plusval�a p, por cuya raz�n el precio de todas las mercanc�as, seg�n A. Smith, se descompone en v + p. girlsbcn
O jodemos todos o matamos la puta.
Como unidad, dentro de sus ciclos, como valor en marcha, sea dentro de la �rbita de la producci�n o dentro de las dos fases que forman la �rbita de la circulaci�n, el capital s�lo existe idealmente bajo la forma de dinero aritm�tico, de momento solamente en la cabeza del productor, capitalista o no, de mercanc�as. La contabilidad, que incluye tambi�n la fijaci�n o el c�lculo de los precios de las mercanc�as, establece y controla este movimiento. El movimiento de la producci�n y sobre todo el de la valorizaci�n -en que las mercanc�as s�lo figuran como exponentes de valor, como nombres de cosas cuya existencia ideal de valor se fija en dinero aritm�tico-, se refleja de este modo en la idea por medio de una imagen simb�lica. Mientras el productor individual de mercanc�as lleva la contabilidad en su cabeza (como hace, por ejemplo, el campesino, hasta que la agricultura capitalista hace que surja el empresario agr�cola, con una contabilidad organizada) o se limita a registrar en un libro los gastos, los ingresos, los vencimientos, etc., de pasada, el margen del tiempo de producci�n, es evidente que esta funci�n y los instrumentos de trabajo que requiere, el papel, etc., representan un consumo adicional de tiempo e instrumentos de trabajo, que, aunque necesarios, suponen una merma tanto del tiempo que puede emplear productivamente como de los instrumentos de trabajo aplicados al verdadero proceso de producci�n, a la creaci�n de un producto y de un valor.3 La naturaleza de la propia funci�n no cambia ni por el volumen que adquiere al concentrarse en manos del productor capitalista de mercanc�as, dejando de ser la funci�n de muchos peque�os productores de mercanc�as para convertirse en funci�n de un capitalista, vinculada a un proceso de producci�n en gran escala, ni por el hecho de desglosarse de las funciones productivas, de las que era accesorio, para pasar a ser, adquiriendo existencia independiente, la funci�n espec�fica de determinados agentes a quienes est� exclusivamente encomendada. Erosbcn Al mismo tiempo, se remata tambi�n as� el fetichismo caracter�stico de la econom�a burguesa, que convierte el car�cter social. econ�mico, que se imprime a las cosas en el proceso social de producci�n, en un car�cter natural, inherente a la misma naturaleza material de estas cosas. Los medios de trabajo, por ejemplo, son capital fijo: concepci�n escol�stica que induce a contradicciones y a confusi�n. Del mismo modo que al tratar del proceso de trabajo (libro I, cap. v, pp. (139-147) se puso de manifiesto que el funcionamiento de los objetos como medios de trabajo, material o producto depend�a por entero del papel que desempe�asen en cada caso en un determinado proceso de trabajo, de su funci�n, los medios de trabajo s�lo constituyen capital fijo all� donde el proceso de producci�n sea un proceso de producci�n capitalista, donde, por tanto, los medios de producci�n tengan car�cter de capital, el concepto econ�mico, el car�cter social propios del capital. Esto, en primer lugar. En segundo lugar, s�lo ser�n capital fijo all� donde transfieran su valor al producto de un modo especial. En otro caso, seguir�n siendo medios de trabajo sin ser capital fijo. Lo mismo las materias auxiliares, el abono, por ejemplo: si se transfieren al valor del mismo modo especial que la mayor parte de los medios de trabajo, a pesar de no ser medios de trabajo tendr�n la condici�n de capital fijo. No se trata de las definiciones bajo las que puedan ser englobadas las cosas. Se trata de determinadas funciones, expresadas en determinadas categor�as. acompa�ante barcelona "Cualquiera que sea lo que al capitalista le corresponda (desde el punto de vista del capitalista), s�lo puede apropiarse el trabajo excedente (surplus labour) del obrero, pues el obrero necesita vivir" (p. 23). Pero, c�mo viva el obrero y cu�n grande pueda ser, por tanto, el trabajo excedente apropiado por el capitalista, es una cosa muy relativa. "Si el capital no disminuye de valor en la proporci�n en que aumenta de volumen, el capitalista estrujar� al obrero el producto de cada hora de trabajo por encima del m�nimo que el obrero necesita para vivir... El capitalista puede, en �ltimo t�rmino, decirle al obrero: no comas pan, pues puedes vivir comiendo nabos y patatas; hasta este punto hemos llegado" (p. 24). "Si se puede hacer que el obrero se alimente de patatas en vez de pan, es indiscutible que se podr� arrancar un producto mayor a su trabajo; es decir, s� el obrero para vivir de pan, necesita retener para su sustento y el de su familia el trabajo del lunes y del martes, aliment�ndose de patatas s�lo retendr� para si la mitad del lunes, con lo cual el resto del lunes y todo el martes quedar�n libres en provecho del Estado o para el capitalista"(p. 26). "Todos est�n de acuerdo (it is admited) en que los intereses abonados a los capitalistas, sea en forma de renta o en forma de r�ditos o de ganancia comercial o industrial, se pagan a costa del trabajo de otros" (p. 23). He aqu�, pues, toda la "renta" de Rodbertus, con la diferencia de que en vez de "renta", aqu� se dice intereses. se�orita de compa�ia en madrid Y con el mismo fen�meno volvemos a encontrarnos, aunque en escala m�s reducida, durante la espantosa crisis algodonera de 1861 a 1865.21 Guia eotica Espa�a Pues bien, al exponer lo que �l llama mi verdadero m�todo de una manera tan acertada, y tan ben�volamente adem�s en lo que se refiere a mi modo personal de aplicarlo, �qu� hace el autor sino describir el m�todo dial�ctico? escorts madrid Para este cerebro hereditario de capitalista escoc�s, el valor de los medios de producci�n, husos, etc., se confunde hasta tal punto con su condici�n de capital, con su propiedad de valorizarse a s� mismos, de engullir diariamente una determinada cantidad de trabajo ajeno gratis, que el jefe de la casa Carlile & Co. cree a pie juntillas que, en caso de vender su f�brica, le abonar�n, no solamente el valor de los husos, sino adem�s su rendimiento; no s�lo el trabajo encerrado en ellos y que es necesario para la producci�n de otros husos de la misma clase, sino tambi�n el trabajo excedente que le ayuda a arrancar d�a tras d�a a los honrados escoceses de Paysley. As� se explica que interprete la reducci�n de la jornada de trabajo en dos horas como una disminuci�n del precio de venta de su maquinaria, reducci�n que convierte a cada 12 m�quinas de hilar en 10. Acompa�antes high standing La maquinaria, al hacer in�til la fuerza del m�sculo, permite emplear obreros sin fuerza muscular o sin un desarrollo f�sico completo, que posean, en cambio, una gran flexibilidad en sus miembros. El trabajo de la mujer y del ni�o fue, por tanto, el primer grito de la aplicaci�n capitalista de la maquinaria. De este modo, aquel instrumento gigantesco creado para eliminar trabajo y obreros, se convert�a inmediatamente en medio de multiplicaci�n del n�mero de asalariados, colocando a todos los individuos de la familia obrera, sin distinci�n de edad ni sexo, bajo la dependencia inmediata del capital. Los trabajos forzados al servicio del capitalista vinieron a invadir y usurpar, no s�lo el lugar reservado a los juegos infantiles, sino tambi�n el puesto del trabajo libre dentro de la esfera dom�stica y, a romper con las barreras morales, invadiendo la �rbita reservada incluso al mismo hogar.35


La �poca inmediatamente anterior a la abolici�n de las leyes cerealistas alumbr� con nuevos destellos la situaci�n de los obreros del campo. Por una parte, los agitadores burgueses estaban interesados en demostrar cu�n poco protegian aquellas leyes protectoras a los verdaderos productores de trigo. De otro lado, la burguesia industrial se encabritaba de rabia al ver c�mo los arist�cratas de la tierra denunciaban los abusos fabriles, con qu� afectada simpat�a estos distinguidos haraganes corrompidos y desalmados se dol�an de los sufrimientos de los obreros de las f�bricas y con qu� "celo diplom�tico" abogaban por una legislaci�n fabril. Hay un proverbio ingl�s que dice que cuando dos ladrones ri�en siempre se sale ganando algo. Y en efecto, esta disputa ruidosa y apasionada entre las dos fracciones de la clase gobernante sobre cu�l de las dos explotaba m�s desvergonzadamente a los trabajadores, contribuy� al alumbramiento de la verdad en ambos frentes. La aristocr�tica campa�a filantr�pica antifabril estaba capitaneada por el conde de Shaftesbury, alias lord Ashley. Por eso este personaje constituye, desde 1844 a 1845, un tema predilecto en las revelaciones del Morning Chronicle acerca de la situaci�n de los obreros del campo. Este peri�dico, el �rgano liberal m�s importante de la �poca, mand� a los distritos agr�colas enviados especiales, que no se contentaban, ni mucho menos, con descripciones generales y estad�sticas, sino que, adem�s, publicaban los nombres de las familias obreras investigadas y los de sus explotadores, los terratenientes. A continuaci�n, reproducimos una lista de jornales correspondiente a tres aldeas de las inmediaciones de Blanford, Wimbourne y Poole. Las aldeas son propiedad de Mr. G. Bankes y del conde de Shaftesbury. relax girona "Matarse trabajando es algo que est� a la orden del d�a, no s�lo en los talleres de modistas, sino en mil lugares, en todos los sitios en que florece la industria... Fij�monos en el ejemplo del herrero. Seg�n los poetas, no hay oficio m�s vital ni m�s alegre que �ste. El herrero se levanta antes de que amanezca y arranca al hierro chispas antes de que luzca el sol: come, bebe y duerme como ning�n otro hombre, y es cierto que, ateni�ndonos al puro aspecto f�sico, la situaci�n del herrero seria inmejorable, s� no trabajase m�s de lo debido. Pero, sigamos sus huellas en la ciudad y veamos el agobio de trabajo que pesa sobre sus hombros fornidos y el lugar que ocupa esta profesi�n en los �ndices de mortalidad de nuestro pa�s. En Marylebone (uno de los barrios m�s pobres de Londres) muere todos los a�os un 3 1 por 100 de herreros, o sea, 11 hombres, cifra que rebasa el grado medio de mortalidad de los hombres adultos en Inglaterra. Esta ocupaci�n, que es casi un arte instintivo de la humanidad, impecable de por si, se convierte por el simple exceso de trabajo, en aniquiladora del hombre que la desempe�a. El hombre puede descargar tantos martillazos diarios, andar tantos pasos, respirar tantas o cuantas veces, ejecutar tanta o cuanta tarea, viviendo de este modo 50 a�os, v. gr., por t�rmino medio. Pero se le obliga a descargar tantos o cuantos martillazos m�s, a andar tantos o cuantos pasos m�s, a respirar tantas o cuantas veces m�s durante el d�a, y todo ello junto hace que su desgaste diario de vida sea una cuarta parte mayor. Se lanza al ensayo, y el resultado de todo esto es que ejecute una cuarta parte m�s de tarea durante un per�odo limitado, viviendo 37 a�os en vez de vivir 50."59 escorts independientes barcelona Este resultado se impone como inevitable tan pronto como la fuerza de trabajo es vendida libremente por el propio obrero como una mercanc�a. Pero �ste es tambi�n el momento a partir del cual la producci�n de mercanc�as se generaliza y convierte en forma t�pica de producci�n; es a partir de entonces cuando todos los art�culos se producen desde el primer momento para el mercado, y cuando toda la riqueza producida discurre por los cauces de la circulaci�n. S�lo all� donde tiene por base el trabajo asalariado se impone la producci�n de mercanc�as a toda la sociedad, y s�lo all� desarrolla todas sus potencias ocultas. Decir que la interposici�n del trabajo asalariado falsea la producci�n de mercanc�as. equivale a decir que la producci�n de mercanc�as no debe desarrollarse si no quiere verse falseada. Al paso que esta producci�n se desarrolla, obedeciendo a sus propias leyes inmanentes, para convertirse en producci�n capitalista, las leyes de la propiedad inherentes a la producci�n de mercanc�as se truecan en las leyes de apropiaci�n del capitalismo.7 Box BCN En la primavera de 1872 se public� en San Petersburgo una excelente traducci�n rusa de El Capital. La tirada, de 3,000 ejemplares, se halla casi agotada. Ya en 1871, el se�or N. Sieber, profesor de Econom�a pol�tica en la Universidad de Kiev, en una obra titulada Teor�a Zennosti i Kapitala D. Rikardo ("La teor�a del valor y del capital en D. Ricardo"), hab�a informado sobre mi teor�a del valor, del dinero y del capital, en sus rasgos fundamentales, present�ndola como el necesario desarrollo de la doctrina de Smith y Ricardo. El lector occidental de este ins�lito libro se encuentra sorprendido ante la consecuencia con que el autor sabe mantener su punto de vista puramente te�rico. imprentas barcelona El per�odo siguiente, de 1820 a 1830, se caracteriza en Inglaterra por una gran efervescencia cient�fica en el campo de la econom�a pol�tica. Es el per�odo en que se vulgariza y difunde la teor�a ricardiana y, al mismo tiempo, el per�odo en que lucha con la vieja escuela. Se celebran brillantes torneos. Al continente europeo llega muy poco de todo esto, pues se trata de pol�micas desperdigadas en gran parte en art�culos de revista, folletos y publicaciones incidentales. Las condiciones de la �poca explican el car�cter imparcial de estas pol�micas, aunque la teor�a ricardiana se esgrime ya, alguna que otra vez, como arma de ataque contra la econom�a burguesa. De una parte, la gran industria empezaba por aquel entonces a salir de su infancia, como lo demuestra, entre otras cosas, el hecho de que la crisis de 1825 inaugure el ciclo peri�dico de su vida moderna. De otra parte, la lucha de clases entre el capital y el trabajo aparec�a relegada a segundo plano, desplazada pol�ticamente por el duelo que se estaba librando entre los gobiernos agrupados en torno a la Santa Alianza (V), secundados por los poderes feudales, y la masa del pueblo acaudillada por la burgues�a, y econ�micamente por el pleito que ven�a ri��ndose entre el capital industrial y la propiedad se�orial de la tierra, pleito que en Francia se escond�a detr�s del conflicto entre la propiedad parcelaria y los grandes terratenientes, y que en Inglaterra pusieron de manifiesto las leyes cerealistas (VI). La literatura de la econom�a pol�tica inglesa durante este per�odo recuerda aquella �poca rom�ntica de la econom�a francesa que sobreviene a la muerte del doctor Quesnay, pero s�lo al modo como el veranillo de San Mart�n recuerda a la primavera. Con el a�o 1830, sobreviene la crisis decisiva. discotecas en girona Como se ve, en este ambiente, la creaci�n de plusval�a por el trabajo excedente no guarda ning�n secreto. "Autor�ceme usted -me dijo un fabricante muy respetable- para hacer trabajar a mis obreros 10 minutos diarios de m�s, y me meter� usted en el bolsillo 1,000 libras esterlinas al cabo del a�o."28 "Los �tomos del tiempo son los elementos creadores de la ganancia"29 Oscus Barcelona Al expresar su esencia de valor como algo perfectamente distinto de su materialidad corp�rea y de sus propiedades f�sicas, v. gr. como algo an�logo a la levita, la forma relativa de valor de una mercanc�a, del lienzo por ejemplo, da ya a entender que esta expresi�n encierra una relaci�n de orden social. Al rev�s de lo que ocurre con la forma equivalencial la cual consiste precisamente en que la materialidad f�sica de una mercanc�a, tal como la levita, este objeto concreto con sus propiedades materiales, exprese valor, es decir, posea por obra de la naturaleza forma de valor. Claro est� que eso s�lo ocurre cuando este cuerpo se halla situado dentro de la relaci�n de valor en que la mercanc�a lienzo se refiere a la mercanc�a levita como equivalente suyo.23 Pero como las propiedades de un objeto no brotan de su relaci�n con otros objetos, puesto que esta relaci�n no hace m�s que confirmarlas, parece como si la levita debiera su forma de equivalente, es decir, la propiedad que la hace susceptible de ser directamente cambiada, a la naturaleza, ni m�s ni menos que su propiedad de ser pesada o de guardar calor. De aqu� el car�cter misterioso de la forma equivalencial car�cter que la mirada burgue�samente embotada del economista s�lo advierte cuando esta forma se le presenta ya definitivamente materializada en el dinero. Al encontrarse con el dinero, el economista se esfuerza por borrar el car�cter m�stico del oro y la plata, colocando en su puesto mercanc�as menos fascinadoras y recorriendo con creciente regocijo el cat�logo de toda la chusma de mercader�as a las que en otros tiempos estuvo reservado el papel de equivalentes de valor. Sin sospechar siquiera que este misterio de la forma equivalencial se encierra ya en la expresi�n m�s simple del valor, v. gr. en la de 20 varas de lienzo = 1 levita. PisoBCN 223 Un obrero franc�s escribe, a su regreso de San Francisco: "Jam�s hubiera cre�do que iba a ser capaz de desempe�ar todos los oficios por los que he pasado en California. Estaba firmemente convencido de que no serv�a para nada m�s que para impresor... Tan pronto como me vi metido en aquel mundo de aventureros que cambian de oficio con m�s facilidad que de camisa. �qu� diablo! hice lo que los dem�s. En vista de que el trabajo de miner�a no daba bastante, lo dej� y me fui a la ciudad, donde desempe�e, uno detr�s de otros, los oficios de tip�grafo, techador, esta�ador, etc. Gracias a esta experiencia, que me demostr� que serv�a para trabajar en todos los oficios, dej� de sentirme menos molusco y m�s hombre." (A. Corbon, De l' enseignement professionnel, 2� ed. [Par�s 1860], p. 50.)

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