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12 April 2008 | madrid
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El muerto al hoyo y el vivo al bollo.

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El muerto al hoyo y el vivo al bollo.
No presentamos opini�n alguna (ojo), sino datos puros. Es como si nos convirti�ramos en una computadora que s�lo hace eso, dar la informaci�n que es requerida. En una reuni�n el l�der puede decir: " Se�ores, es necesario que nos pongamos el sombrero blanco respecto a las fallas que se producen en la l�nea 2" y todos dar�n informaci�n sobre estas fallas, no opiniones, sino datos y hechos. El gran problema que existe es que normalmente pedimos informaci�n del tipo sombrero blanco y recibimos una mezcla de datos con opiniones personales que se cuelan como datos y no podemos distinguir el l�mite entre uno y el otro, lo que le hace perder eficacia. Este es el famoso telefono malogrado que desterraremos con el sombrero blanco. �Y qu� finos instrumentos de observaci�n son nuestros sentidos! El olfato, por ejemplo, del que ning�n fil�sofo ha hablado con veneraci�n y gratitud, es hoy por hoy el instrumento m�s sensible de que disponemos, siendo capaz de captar incluso diferencias m�nimas de movimiento que ni aun el espectroscopio registra. Poseemos hoy ciencia exactamente en la medida en que nos hemos decidido a aceptar el testimonio de los sentidos; en que hemos aprendido a aguzarlos a�n m�s, armarlos, llevarlos a sus �ltimas consecuencias. Todo lo dem�s es chapucer�a y seudociencia, quiere decir, metaf�sica, teolog�a, sicolog�a, teor�a del conocimiento, o bien ciencia formal, ciencia de los signos, como la l�gica y las matem�ticas, esa l�gica aplicada. Ellas no tratan de la realidad, ni siquiera como problema; tampoco de la cuesti�n del valor, de tal convencionalismo de signos, como es la l�gica. La otra condici�n de los fil�sofos no es menos peligrosa; consiste en confundir lo �ltimo con lo primero. Sit�an lo que se presenta al final, �desgraciadamente, pues no debiera presentarse!, los "conceptos m�s elevados", esto es, los m�s generales, los m�s vac�os, el �ltimo humo de la realidad que se evapora, en el comienzo, como comienzo. Se expresa una vez m�s su manera de venerar: seg�n ellos, lo elevado no debe desprenderse de lo bajo, no debe desarrollarse, en fin... Moraleja: todo cuanto es de primer orden ha de ser causa sui. El origen extr�nseco se considera una objeci�n, algo que pone en tela de juicio el valor. Todos los m�s altos valores son de primer orden; todos los conceptos m�s elevados, el Ser, el absoluto, el bien, lo verdadero, lo perfecto; todo esto no puede ser algo posible y, por ende, debe ser causa sui. Mas todo esto tampoco puede ser desigual entre s�, estar en contradicci�n consigo mismo... As� llegan a su estupendo concepto "Dios"... Lo �ltimo, lo m�s abstracto y huero es establecido como lo primero, como causa en s�, como ens realissimum,... �Por qu� la humanidad habr� tomado tan en serio las afecciones cerebrales de sutiles enfermos! �Bien caro lo pag�! ... Esper� que lo presentado previamente motive al lector a tener un pensamiento constructivo de sombrero amarillo evaluando los beneficios que podr�a conseguir, lo cruce con el pensamiento de sombrero negro y establezca que es lo que puede perder o pueda fallar y c�mo evitarlo, aplique el pensamiento de sombrero blanco para sacar el costo- beneficio de su acci�n y finalmente se ponga el sombrero rojo y sin pensar en nada, establezca el sentimiento que esta lectura le ha producido. Finalmente col�quese el sombrero de color verde y empiece a romper paradigmas y a crear. Esta metodolog�a no es experimental, ha sido probada y ha dado espectaculares resultados. Ha sido desarrollada por el Dr. Edward de Bono que es una autoridad mundial en el Desarrollo de la Capacidad de Pensar. En la parte final se presenta un resumen de su trayectoria. Toda la educaci�n superior en Alemania ha perdido lo principal: el fin y los medios conducentes al logro del mismo. Se ha olvidado que la educaci�n misma, la ilustraci�n, es el fin-y no "el Reich"-; que para tal fin se requieren educadores, y no profesores de ense�anza secundaria y catedr�ticos de Universidad... Hacen falta educadores que ellos mismos est�n educados; esp�ritus superiores, aristocr�ticos, probados a cada instante, probados tanto por lo que dicen como por lo que callan, cultivos maduros y sazonados, y no esos patanes eruditos que el colegio y la Universidad ofrecen hoy a la juventud como "ayas superiores". Faltan los educadores, abstracci�n hecha de las excepciones; quiere decir, la premisa primordial de la educaci�n; de ah� la decadencia de la cultura alemana. 'Una de esas rar�simas excepciones es mi venerable amigo lakob Burckhardt, de Basilea; a �l, m�s que a nadie, debe Basilea su supremac�a en humanidad. El resultado efectivo que logran los "establecimientos superiores de ense�anza" en Alemania es un adiestramiento brutal con miras a hacer con un m�nimo de p�rdida de tiempo a multitud de j�venes aprovechables, exportables, para la administraci�n p�blica. "Educaci�n superior" y "multitud" son desde un principio t�rminos inconciliables. Toda educaci�n superior ha de estar reservada a la excepci�n; hay que ser un hombre privilegiado para tener derecho a tan alto privilegio. Todas las cosas grandes, todas las cosas hermosas, jam�s pueden ser patrimonio de todos pulchrum est paucorum hominum. �Qu� es lo que determina la decadencia de la cultura alemana? La circunstancia de que la' "educaci�n superior" ha dejado de ser un privilegio; el democratismo de la "ilustraci�n general", vulgarizada... No ha de olvidarse que los privilegios militares efectivamente imponen la afluencia excesiva a los establecimientos superiores de ense�anza, quiere decir, su ruina. En la Alemania de hoy ya nadie puede procurar a sus hijos una educaci�n refinada, si as� lo desea; todos nuestros establecimientos superiores de ense�anza est�n orientados hacia la m�s equ�voca mediocridad, con sus profesores, programas de ense�anza y fines did�cticos. Y en todas partes prevalece una precipitaci�n indecorosa, como si algo estuviese perdido, porque a los veintitr�s a�os el joven no est� "listo", no sabe dar una respuesta a la "cuesti�n principal", la de la orientaci�n profesional. All� donde, de alguna forma, la voluntad de poder decae, hay tambi�n siempre un retroceso fisiol�gico, una d�cadense. La divinidad de la d�cadense, castrada de sus virtudes e instintos m�s viriles, se convierte necesariamente, a partir de ese momento, en Dios de los fisiol�gicamente retrasados, de los d�biles. Ellos no se llaman a s� mismos los d�biles, ellos se llaman "los buenos"... Se entiende, sin que sea necesario siquiera se�alarlo, en que instantes de la historia resulta posible la ficci�n dualista de un Dios bueno y de un Dios malvado. Con el mismo instinto con que los sometidos rebajan a su Dios haciendo de �l el "bien en s�", borran completamente del Dios de sus vencedores las buenas cualidades; toman venganza de sus se�ores transformando en diablo al Dios de �stos. - El Dios bueno, lo mismo que el diablo: ambos engendros de la d�cadense. - �C�mo se puede hoy seguir haciendo tantas concesiones a la simpleza de los te�logos cristianos, hasta el punto de decretar con ellos que es un progreso el desarrollo ulterior del concepto de Dios, desarrollo que lo lleva desde "Dios de Israel", desde Dios de un pueblo, al Dios cristiano, a la s�ntesis de todo bien? - Pero hasta Renan hace eso. �Como si Renan tuviera derecho a la simpleza! A los ojos salta, sin embargo lo contrario. Cuando del concepto de Dios quedan eliminados los presupuestos de la vida ascendente, todo lo fuerte, valiente, se�orial, orgulloso, cuando Dios va rebaj�ndose paso a paso a ser s�mbolo de un bast�n para cansados, de un ancla de salvaci�n para todos los que se est�n ahogando, cuando se convierte en Dios-de-las-pobres-gentes, en Dios-de-los-pecadores, en Dios-de-los-enfermos par excellence, y el predicado"salvador", "redentor", es lo que resta, por as� decirlo, como predicado divino en cuanto tal: �de qu� habla tal transformaci�n?, �tal reducci�n de lo divino? - Ciertamente con esto "el reino de Dios" se ha vuelto m�s grande. En otro tiempo Dios ten�a �nicamente su pueblo, su pueblo "elegido". Entre tanto, al igual que su pueblo mismo, �l march� al extranjero, se dio a peregrinar, desde entonces no ha permanecido ya quieto en ning�n lugar: hasta que acab� teniendo su casa en todas partes, el gran cosmopolita, - hasta que logr� tener de su parte "el gran n�mero" y media tierra. Pero el Dios del "gran n�mero" el dem�crata entre los dioses, no se convirti�, a pesar de todo, en un orgulloso Dios de los paganos: �sigui� siendo jud�o, sigui� siendo el Dios de los rincones, el Dios de todas las esquinas y lugares oscuros, de todos los barrios insalubres del mundo entero!... Su reino del mundo es, tanto antes como despu�s, un reino del submundo, un hospital, un reino-subterr�neo, un reino-ghetto... Y el mismo tan p�lido, tan d�bil, tan d�cadent... De �l se ense�orearon hasta los m�s p�lidos de los p�lidos, los se�ores metaf�sicos, los albinos del concepto. Estos estuvieron tejiendo alrededor de �l su telara�a todo el tiempo preciso, hasta que hipnotizado por sus movimientos, �l mismo se convirti� en una ara�a, en un metaphysicus. A partir de ese momento �l teji� a su vez la telara�a del mundo sac�ndola de s� mismo - sub specie Spinozae -, a partir de ese momento se transfigur� en algo cada vez m�s tenue y m�s p�lido, se convirti� en un "ideal", se convirti� en un "esp�ritu puro", se convirti� en un absolutum, se convirti� en "cosa en s�"... Ruina de un Dios: Dios se convirti� en "cosa en s�"...
Estar en ascuas.
Ya el modo toscamente emp�rico con que comienza la investiga�ci6n en A. Smith introduce la confusi�n: "Existen dos maneras di�ferentes de emplear el capital para que rinda al inversionista un ingreso o beneficio" (La riqueza de las naciones, libro II, cap. I, p. 252, ed. FCE, 1958). Barcelona prostitutas Si partimos, adem�s, del supuesto de que, permaneciendo iguales las dem�s circunstancias -entre ellas, la duraci�n, la intensidad y la productividad de la jornada de trabajo- , cambia la distribuci�n del producto de valor entre el salario y la plusval�a, porque aumente el primero y se reduzca la segunda, o viceversa, vemos que esto no afecta para nada a la masa del dinero circulante. Este cambio puede operarse sin que medie ninguna expansi�n o contracci�n de la masa de dinero que se halla en circulaci�n. Fij�monos, concretamente, en el caso en que los salarios experimentan un alza general y en que, por tanto, -partiendo de las condiciones indicadas-, desciende de un modo general la cuota de la plusval�a y en que, adem�s, seg�n la hip�tesis de que se parte, no sufre alteraci�n alguna el valor de la masa circulante de valor. En este caso, aumentar� indudablemente, el capital-dinero que es necesario desembolsar como capital variable en las mismas proporciones exactamente en que aumenta la masa de dinero necesaria para llena la funci�n de capital variable, disminuir� la plusval�a y tambi�n, como es l�gico, la masa de dinero necesaria para su realizaci�n. La suma de la masa de dinero necesaria para la realizaci�n del valor de las mercanc�as no resulta afectada para nada por este cambio, como tampoco el valor mismo de las mercanc�as. El precio de costo de la mercanc�a aumenta para cada capitalista de por s�, pero su precio social de producci�n permanece intacto. Lo que se altera es la proporci�n en que, independientemente de la parte constante del valor, se divide el precio de producci�n de las mercanc�as en salario y ganancia. BCN prostitutas Represent�monos la cosa de un modo pl�stico: Girls BCN Pero la dificultad surge cuando partimos del supuesto no de una acumulaci�n parcial, sino de la acumulaci�n general del capital-dinero entre la clase capitalista en su conjunto. Fuera de esta clase no existe, seg�n el supuesto de que aqu� se parte -r�gimen general y exclusivo de producci�n capitalista-, m�s clase que la obrera. Todo lo que la clase obrera compra equivale a la suma de sus salarios, a la suma del capital variable desembolsado por la clase capitalista en su totalidad. Este dinero refluye a la clase capitalista por medio de la venta de sus productos a la clase obrera. De este modo, el capital variable por ella desembolsado recobra su primitiva forma-dinero. Supongamos que la suma del capital variable sea = x X 100 libras esterlinas es decir, igual a la suma, no del capital variable desembolsado, sino del capital variable empleado durante el a�o; el hecho de que se desembolse durante el a�o, seg�n la velocidad de rotaci�n de este capital variable, mucho o poco dinero, no altera en lo m�s m�nimo los t�rminos del problema que tenemos planteado. Con este capital de x X 100 libras esterlinas, la clase capitalista compra una determinada masa de fuerza de trabajo o paga salarios a determinado n�mero de obreros: primera transacci�n. Los obreros, con la misma suma, compran a los capitalistas una determinada cantidad de mercanc�as haciendo as� refluir a manos de los capitalistas la suma de x X 100 libras esterlinas: segunda transacci�n. Y este proceso se repite continuamente. Por tanto, la suma de x X 100 libras esterlinas jam�s permitir� a la clase obrera comprar la parte del producto que representa el capital constante, y mucho menos a�n la parte en que se contiene la plusval�a de la clase capitalista. Con las x X 100 libras esterlinas, los obreros no pueden comprar nunca m�s que una parte de valor del producto social igual a la parte de valor que representa el valor del capital variable desembolsado. Barcelona saunas
Para acumular capital, debe ante todo retirar de la circulaci�n una parte de la plusval�a en forma de dinero, atesorarla, hasta que alcance las proporciones necesarias para ampliar su negocio antiguo o emprender otro accesorio. Mientras dura el atesoramiento, no incrementa la demanda del capitalista; el dinero permanece inmovilizado: no retira del mercado de mercanc�as ning�n equivalente en forma de mercanc�a por el equivalente en dinero que sustrae de �l a cambio de la mercanc�a que aporta. Girls madrid Lo que se consigue con esta divisi�n del capital en un capital primitivamente productivo y otro adicional es la sucesi�n ininterrumpida de los per�odos de trabajo, el funcionamiento constante como capital productivo de una parte igual del capital desembolsado. De putas en valencia Hemos visto que el tiempo total de circulaci�n de un capital dado es igual a la suma del tiempo durante el cual describe su ciclo y de su tiempo de producci�n. Es el per�odo de tiempo que transcurre desde el momento en que se desembolsa el valor-capital bajo una determinada forma hasta el momento en que el valor-capital en acci�n retorna a su punto de partida en la misma forma inicial. Acompa�ante relax Barcelona Esta parte del valor-capital plasmada en medios de trabajo circula lo mismo que cualquier otra. Hemos visto, en t�rminos generales, que todo el valor-capital se halla constantemente en circulaci�n y que, por tanto, en este sentido, todo capital es capital circulante. Pero la circulaci�n de esta parte del capital a que aqu� nos referimos presenta un car�cter peculiar. En primer lugar, no circula en su forma �til, pues lo que circula es simplemente su valor, y circula, adem�s, gradualmente, fragmentariamente, a medida que se va transfiriendo al producto que circula como mercanc�as. Durante todo el tiempo que funciona, una parte de su valor permanece fijada en �l, con existencia independiente frente a las mercanc�as que contribuye a producir. Esta caracter�stica peculiar da a esta parte del capital constante su forma de capital fijo. Todos los dem�s elementos materiales integrantes del capital desembolsado en el proceso de producci�n forman, por oposici�n a aqu�l, el capital circulante. Clubs de alterne en Marbella En todas las compras y ventas de mercanc�as -si nos fijamos solamente en estas transacciones-, es de todo punto indiferente lo que pase, en manos del vendedor, con el dinero obtenido por su mercanc�a y en manos del comprador con los art�culos de uso comprados por �l. Asimismo es de todo punto indiferente, fij�ndonos solamente en el proceso de circulaci�n, el hecho de que la fuerza de trabajo comprada por el capitalista reproduzca para �l el valor del capital y de que, de otra parte, el dinero conseguido como precio de compra de la fuerza de trabajo constituya la renta del obrero. La magnitud de valor del art�culo comercial del obrero, que es su fuerza de trabajo, no resulta afectada ni por el hecho de que constituya una "renta" para �l ni por el hecho de que el uso de su art�culo comercial por el comprador reproduzca el valor del capital de �ste. Madrid escorts de lujo El supuesto de que partimos es el de que todo el capital desembolsado pasa siempre, en bloque, de una de sus fases a la otra y de que, por tanto, aqu� el producto en mercanc�as de P encierra el valor total del capital productivo P = 422 libras esterlinas + la plusval�a creada durante el proceso de producci�n = 78 libras esterlinas. En nuestro ejemplo, en que se trata de un producto discreto en mercanc�as, la plusval�a existe bajo la forma de 1,560 libras de hilo; lo mismo que, si lo calcul�semos sobre la base de 1 libra de hilo, revestir�a la forma de 2,496 onzas de hilo. En cambio, si el producto en mercanc�as fuese, por ejemplo, una m�quina de 500 libras esterlinas y con la misma proporci�n de valor, una parte del valor de esta m�quina equivaldr�a, indudablemente a 78 libras esterlinas, pero estas 78 libras s�lo existir�an dentro de la m�quina en conjunto. La m�quina no podr�a dividirse en valor capital y plusval�a sin hacerla pedazos, destruyendo con ello su utilidad y, por tanto, su valor. Por consiguiente, esas dos partes integrantes del valor s�lo pueden representarse idealmente como partes integrantes de la materialidad de la mercanc�a y no como elementos independientes de la mercanc�a M�, al modo como cada libra de hilo puede representarse como un elemento separable y una mercanc�a independiente dentro de las 10,000 libras. En el primer caso, hay que vender �ntegramente la mercanc�a global, el capital-mercanc�as, la m�quina, para que pueda iniciar su �rbita propia de circulaci�n. En cambio, si el capitalista vende 8,440 libras de hilo, la venta de las 1,560 libras restantes constituir� una circulaci�n totalmente aparte de la plusval�a con arreglo a la forma m (1,560 libras de hilo)-d (78 libras esterlinas) = M (art�culos de consumo). Pero los elementos de valor de cada parte al�cuota del producto hilo de 10,000 libras pueden representarse en partes del producto, exactamente lo mismo que en el producto en su totalidad. Del mismo modo que estas 10,000 libras de hilo se pueden dividir en valor del capital constante (c), 7,440 libras de hilo con un valor de 372 libras esterlinas, valor del capital variable (v), 1,000 libras de hilo con un valor de 50 libras esterlinas, y plusval�a (p), 1,560 libras de hilo equivalente a 78 libras esterlinas, cada libra de hilo puede dividirse en c = 11,904 onzas con un valor de 8,928 peniques, v = 1,600 onzas de hilo con un valor de 1,200 peniques y p = 2,496 onzas de hilo con un valor de 1,872 peniques. El capitalista podr�a tambi�n, conforme fuese realizando, en ventas sucesivas, las 10,000 libras de hilo, ir consumiendo sucesivamente los elementos de plusval�a contenidos en las porciones sucesivas de la mercanc�a, realizando de este modo, tambi�n sucesivamente, la suma de c + v. Pero esta operaci�n supone igualmente, en �ltimo t�rmino, la venta total de las 10,000 libras de hilo y, por tanto, la reposici�n del valor de c y v mediante la venta de 8,440 libras (libro I, cap. VII, pp. 179-182). prostituta de lujo en barcelona
El punto de partida de esta circulaci�n es el capital-mercanc�as: M' = M + m = P + m. La funci�n del capital-mercanc�as M'-D' (la realizaci�n del valor capital contenido en �l = P, que ahora existe como parte integrante de las mercanc�as M, y la de la plusval�a contenida tambi�n en �l, que existe como parte integrante de la misma masa de mercanc�as en el valor m) fue examinada en la primera forma del ciclo. Pero all� constitu�a la segunda fase de la circulaci�n interrumpida y la fase final de todo el ciclo. Aqu�, constituye la segunda fase del ciclo, pero la primera fase de la circulaci�n. El primer ciclo termina con D', y como D', lo mismo que el primitivo D, puede volver a iniciar como capital en dinero el segundo ciclo, no era necesario seguir analizando, por el momento, si los D y d (la plusval�a) contenidos en D' segu�an su marcha juntos o emprend�an rutas distintas. Esto s�lo hubiera sido necesario si hubi�semos seguido estudiando el primer ciclo en su renovaci�n. Pero este punto debe ser resuelto en el ciclo del capital productivo porque de ello depende, incluso, la determinaci�n de su primer ciclo y porque M'-D' aparece en �l como la primera fase de la circulaci�n, que ha de completarse con D-M. De esta decisi�n depende el que la formula represente una simple reproducci�n o una reproducci�n en escala ampliada. Con arreglo a esta decisi�n cambiar�, por tanto, el car�cter del ciclo. azafata barcelona Deteng�monos un momento a examinar el problema desde el punto de vista social. Supongamos que un obrero cueste 1 libra esterlina por semana y que la jornada de trabajo sea de 10 horas. Que lo mismo en el caso A que en el caso B se empleen durante el a�o 100 obreros (100 libras esterlinas por semana para 100 obreros arrojan en 5 semanas 500 libras esterlinas y en 50 semanas 5,000), y que cada uno de ellos trabaje 60 horas por semana de 6. Seg�n esto, 100 obreros rendir�n por semana 6,000 horas de trabajo, o sean 300,000 horas de trabajo en 50 semanas. Esta fuerza de trabajo se halla incautada tanto por A como por B, sin que, por, consiguiente, pueda la sociedad destinarla a otros fines. En sentido, pues, el problema, desde un punto de vista social se plantea lo mismo para A que para B. Adem�s, lo mismo en A que B, cada 100 obreros obtienen un salario anual de 5,000 libras esterlinas (por tanto, los 200 en conjunto 10,000 libras) y sustraen a la sociedad medios de subsistencia cuyo equivalente lanzan tambi�n, tanto en uno como en otro caso, semanalmente a la circulaci�n. La diferencia comienza aqu�. escort espa�ola
Mirar con buenos ojos.
As�, pues, si, por ejemplo, el tiempo de rotaci�n, r, es de 3 meses, tendremos que n = 12/3 = 4, lo que quiere decir que el capital efectuar� 4 rotaciones al a�o. S� r = 18 meses, entonces n = 12/18 = 2/3, lo que significa que el capital s�lo recorrer� en un a�o 2/3 de su tiempo de rotaci�n. Cuando, por tanto, su tiempo de rotaci�n abarque varios a�os se calcular� por m�ltiplos de un a�o. masajes sensuales Ahora bien, si de las 300 libras peri�dicamente disponibles para las 3 semanas y que pueden descomponerse igualmente en 240 de reserva productiva y 60 de salarios, se desglosan al reducirse el tiempo de circulaci�n 100 libras esterlinas en forma de capital-dinero, quedando completamente al margen del mecanismo de la rotaci�n, �de d�nde proviene el dinero para estas 100 libras esterlinas de capital-dinero? S�lo la quinta parte de esta cantidad se halla formada por el capital-dinero que va quedando peri�dicamente disponible dentro de las rotaciones. Pero 4/5 = 80 libras esterlinas se hallan ya repuestas por la reserva adicional de producci�n al mismo valor. �De qu� modo se convierte en dinero esta reserva adicional de producci�n y de d�nde procede el dinero para esta operaci�n? Erosbcn "Para que el dinero fluya constantemente como moneda, es necesario que �sta se cuaje constantemente como dinero. La circulaci�n constante de la moneda se halla condicionada por su constante estancamiento, en proporciones mayores o menores, en fondos de reserva monetarios que brotan por todas partes dentro de la circulaci�n y la condicionan, cuya formaci�n, distribuci�n, disoluci�n y reproducci�n cambian continuamente, cuya existencia desaparece sin cesar y cuya desaparici�n subsiste incesantemente. A. Smith ha expresado esta transformaci�n incesante de la moneda en dinero y del dinero en moneda en el sentido de que todo poseedor de mercanc�as debe tener siempre en reserva, adem�s de la mercanc�a especial que vende, una determinada suma de la mercanc�a general, para sus compras. Ya ve�amos que, en la circulaci�n M-D-M, el segundo eslab�n D-M se fracciona constantemente en una serie de compras que no se efect�an de una vez, sino sucesivamente a lo largo del tiempo, de tal modo que una porci�n de D circula como moneda, mientras otra porci�n descansa como dinero. Aqu�, el dinero s�lo es, en realidad, moneda en suspenso y los distintos elementos integrantes de la masa monetaria circulante aparecen siempre alternativamente revistiendo tan pronto una forma como otra. Esta primera transformaci�n del medio de circulaci�n en dinero s�lo representa, pues, un momento t�cnico de la misma circulaci�n del dinero." (Carlos Marx, Contribuci�n a la cr�tica de la econom�a pol�tica, 1859, pp. 105 s. Se emplea la palabra "moneda", por oposici�n a dinero, para designar el dinero en su funci�n de simple medio de circulaci�n por oposici�n a sus otras funciones.) acompa�ante bcn Y, sin embargo, hemos visto que basta la reproducci�n simple para imprimir a esta primera operaci�n -cuando la enfoc�bamos como un fen�meno aislado- un car�cter radicalmente distinto. "De aquellos que se reparten la renta nacional, los unos (los obreros) adquieren cada a�o, con su nuevo trabajo, un nuevo derecho a participar en ella, mientras que los otros (los capitalistas) han adquirido ya un derecho permanente a ello antes, por un trabajo originario." (Sismondi, ob. c., p. [110] 111.) El mundo del trabajo no es, como se sabe, el �nico en que la primogenitura hace milagros. begleitservice Madrid Se dir� que si el valor de una mercanc�a se determina por la can�tidad de trabajo invertida en su producci�n, las mercanc�as encerrar�n tanto m�s valor cuanto m�s holgaz�n o m�s torpe sea el hombre que las produce o, lo que es lo mismo, cuanto m�s tiempo tarde en pro�ducirlas. Pero no; el trabajo que forma la sustancia de los valores es trabajo humano igual, inversi�n de la misma fuerza humana de trabajo. Es como si toda la fuerza de trabajo de la sociedad, materializada en la totalidad de los valores que forman el mundo de las mercanc�as, representase para estos efectos una inmensa fuerza humana de trabajo, no obstante ser la suma de un sinn�mero de fuerzas de trabajo individuales. Cada una de estas fuerzas es una fuerza humana de trabajo equivalente a las dem�s, siempre y cuando que presente el car�cter de una fuerza media de trabajo social y d�, adem�s, el rendimiento que a esa fuerza media de trabajo social corresponde; o lo que es lo mismo, siempre y cuando que para producir una mercanc�a no consuma m�s que el tiempo de trabajo que representa la media necesaria, o sea el tiempo de trabajo socialmente necesario. Tiempo de trabajo socialmente necesario es aquel que se requiere para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producci�n y con el grado medio de destreza e intensidad de trabajo imperantes en la sociedad. As�, por ejemplo, despu�s de introducirse en Inglaterra el telar de vapor, el volumen de trabajo necesario para convertir en tela una determinada cantidad de hilado, seguramente quedar�a reducido a la mitad. El tejedor manual ingl�s segu�a invirtiendo en esta operaci�n, natural�mente, el mismo tiempo de trabajo que antes, pero ahora el producto de su trabajo individual s�lo representaba ya med�a hora de trabajo social, quedando por tanto limitado a la mitad de su valor primitivo. http://www.escortmadrid.com.es Pero aun suponiendo que la construcci�n de la nueva maquinaria diese trabajo a un n�mero mayor de mec�nicos, �qu� compensaci�n supondr�a esto para los alfombreros lanzados al arroyo? En el mejor de los casos, la fabricaci�n de las nuevas m�quinas dar� siempre trabajo a menos obreros que los desplazados por su empleo. Plasmada en forma de maquinaria la suma de 1,500 libras esterlinas, que antes no representaba m�s que el salario de los alfombreros despedidos, representar� ahora: 1� el valor de los medios de producci�n necesarios para fabricar las m�quinas; 2� el salario de los mec�nicos que las construyen; 3� la plusval�a que corresponde a su "patrono". Adem�s, una vez construida, la m�quina no necesita ser renovada hasta que muere. Por tanto, para que este n�mero suplementario de mec�nicos encontrase trabajo de un modo permanente, ser�a necesario que unos fabricantes de alfombras tras otros desplazasen a sus obreros por maquinas. girlsmadrid.net La manera de interrogar a los testigos examinados recuerda aquellas cross examinations (105) de los tribunales ingleses, en las que el abogado procura sacar de quicio a los testigos y retorcerles las palabras en la boca por medio de preguntas desvergonzadas y capciosas, disparadas a granel. Aqu�, los abogados son los propios investigadores parlamentarios, entre los que figuran due�os de minas y explotadores; los testigos, obreros mineros, la mayor�a de los cuales trabajan en minas de carb�n. Tr�tase de una farsa que caracteriza demasiado bien el esp�ritu del capital para que no demos aqu� algunos extractos de ella. Con objeto de facilitar el resumen y hacerlo m�s claro, sintetizaremos los resultados de la "Investigaci�n, etc.", bajo unos cuantos ep�grafes. Recordaremos que en los Libros azules ingleses las preguntas y las respuestas obligatorias est�n numeradas y que los testigos cuyas declaraciones se citan aqu� son obreros de las minas de carb�n.


He aqu� ahora algunos datos tomados del informe de los comisarios de 1863: El Dr. J. T. Arledge, m�dico -director del Hospital de North Staffordshire-, declara: "Como clase, los alfareros, hombres y mujeres, representan...un sector de poblaci�n f�sica y moralmente degenerado. Son, por regla general, raqu�ticos, mal formados y muchas veces estrechos de pecho. Envejecen prematuramente y viven poco; flem�ticos y an�micos, su d�bil constituci�n se revela en tenaces ataques de dispepsia, perturbaciones del h�gado y los ri�ones y reumatismo. Pero, las enfermedades a que se hallan m�s expuestos son las del pecho: neumon�a, tuberculosis, bronquitis y asma. Hay, incluso, una forma de asma peculiar en ellos y que se conoce con el nombre de asma del alfarero o tisis del alfarero. La escrofulosis de las am�gdalas, de los huesos y de otras partes del cuerpo es enfermedad que padecen m�s de las dos terceras partes de los alfareros. Y s� la degeneraci�n (degenerescence) de los habitantes de este distrito no es todav�a mayor, se debe a que sus pobladores se reclutan en las aldeas del contorno y a los enlaces matrimoniales con razas sanas." Mr. Charles Pearson, que era hasta hace poco House Surgeon(51) del mismo hospital, escribe, en carta dirigida al comisario Longe y otros: "S�lo puedo hablar por observaci�n personal y no sobre datos estad�sticos, pero no puedo por menos de decir que mi indignaci�n estallaba cada vez que ten�a que contemplar aquellas pobres criaturas cuya salud serv�a de pasto a la codicia de sus padres y de sus patronos." El declarante enumera las causas de las enfermedades de los alfareros y hace culminar la enumeraci�n en las long bours ("largas horas de trabajo"). El informe de los comisarios conf�a en que "una manufactura tan destacada ante los ojos del mundo no siga llevando por mucho tiempo la m�cula de que sus grandes avances vayan aparejados con la degeneraci�n f�sica, toda suerte de sufrimientos corporales y la muerte prematura de la poblaci�n obrera a cuyo trabajo y a cuya pericia debe esa industria resultados tan magn�ficos."36 Y otro tanto puede decirse de la industria alfarera escocesa.37 chicas compa��a �Esa es, pues, la madre del cordero! As� es c�mo se refleja, de un modo bien poco glorioso por cierto, en la fantas�a cooperativista de Cambridge la campa�a an�nima sostenida por el se�or Brentano des�de las columnas de la Concordia. �Este San Jorge de la Liga de Fabri�cantes alemanes se yergue y blande su espada, en "ataques magistra�les", mientras el drag�n infernal que se llama Marx se revuelve a sus pies "en las convulsiones de la agon�a"! se�oritas compa��a Barcelona Gracias a esto, la formaci�n de una superpoblaci�n relativa o la desmovilizaci�n de obreros avanza todav�a con mayor rapidez que la transformaci�n t�cnica del proceso de producci�n, acelerada ya de suyo con los progresos de la acumulaci�n y el correspondiente descenso proporcional del capital variable respecto al constante. A medida que ganan en volumen y en eficacia del rendimiento, los medios de producci�n van dejando un margen cada vez menor como medios de ocupaci�n de obreros; y esta proporci�n decreciente todav�a tiende a modificarse en el sentido de que conforme crece la fuerza productiva del trabajo, el capital hace crecer su oferta de trabajo m�s r�pidamente que su demanda de obreros. El exceso de trabajo de los obreros en activo engrosa las filas de su reserva, al paso que la presi�n reforzada que �sta ejerce sobre aqu�llos, por el peso de la concurrencia, obliga a los obreros que trabajan a trabajar todav�a m�s y a someterse a las imposiciones del capital. La existencia de un sector de la clase obrera condenado a ociosidad forzosa por el exceso de trabajo impuesto a la otra parte, se convierte en fuente de riqueza del capitalista individual18 y acelera al mismo tiempo la formaci�n del ej�rcito industrial de reserva, en una escala proporcionada a los progresos de la acumulaci�n social. Cu�n importante es este factor, en la formaci�n de la superpoblaci�n relativa, lo prueba, por ejemplo, el caso de Inglaterra. Los recursos t�cnicos de que dispone este pa�s para "ahorrar" trabajo son gigantescos. Y no obstante, s� ma�ana se redujese el trabajo, con car�cter general, a un tipo racional, gradu�ndose con arreglo a las distintas capas de la clase obrera, seg�n sexo y edad, se ver�a que la poblaci�n obrera existente no bastaba, ni mucho menos, para mantener la producci�n nacional en su nivel actual. La gran mayor�a de los obreros hoy "improductivos" se convertir�an forzosamente en "productivos". posicionamiento web El que una clase de mercanc�as, v gr. levitas, sirva de equivalente a otra clase de mercanc�as, v. gr. lienzo; el que, por tanto, las levitas encierren la propiedad caracter�stica de poder cambiarse direc�tamente por lienzo no indica ni mucho menos la proporci�n en que pueden cambiarse uno y otras. Esta proporci�n depende, dada la magnitud del valor del lienzo, de la magnitud de valor de las levitas. Ya se exprese la levita como equivalente y el lienzo como valor relativo, o a la inversa, el lienzo como equivalente y como valor relativo la levita, su magnitud de valor responde siempre al tiempo de trabajo necesario para su producci�n, siendo independiente, por tanto, de la forma que su valor revista. Pero tan pronto como la clase de mercanc�a levita ocupa en la expresi�n del valor el lugar de equivalente, su magnitud de valor no cobra expresi�n como tal magnitud de valor, sino que figura en la igualdad como una de�terminada cantidad de un objeto. imprenta barcelona Donde m�s brutalmente resalta el car�cter antag�nico de la producci�n y la acumulaci�n capitalista es en los progresos de la agricultura inglesa (incluyendo la ganader�a) comparados con el retroceso del obrero agr�cola ingl�s. Pero, antes de entrar a examinar la situaci�n actual de estos trabajadores, echemos una r�pida ojeada retrospectiva. La agricultura moderna data, en Inglaterra, de mediados del siglo XVIII, aunque la transformaci�n del r�gimen de propiedad territorial que sirve de base al nuevo r�gimen de producci�n sea de fecha anterior. bares de copas en girona Como hemos visto, las fuerzas productivas que brotan de la cooperaci�n y de la divisi�n del trabajo no le cuestan nada al capital. Son fuerzas naturales del trabajo social. Tampoco cuestan nada las fuerzas naturales de que se apropia para los procesos productivos: el vapor, el agua, etc. Pero, as� como necesita un pulm�n para respirar, el hombre, para poder consumir productivamente las fuerzas de la naturaleza, necesita tambi�n alg�n artefacto "hecho por su mano". Para utilizar la fuerza motriz del agua se necesita una rueda hidr�ulica, para emplear la elasticidad del vapor una m�quina de vapor, etc. Y lo mismo que con las fuerzas naturales, acontece con la ciencia. Una vez descubierta, la ley sobre las desviaciones de la aguja magn�tica dentro del radio de acci�n de una corriente el�ctrica o la de la producci�n del fen�meno del magnetismo en el hierro circundado de una corriente de electricidad, no cuesta un c�ntimo.23 Pero, para explotar estas leyes al servicio de la telegraf�a, etc., hace falta un aparato complicado y costos�simo. La m�quina no desplaza, como ve�amos, a la herramienta. Esta, creciendo y multiplic�ndose, se convierte de instrumento diminuto del organismo humano en instrumento de un mecanismo creado por el hombre. En vez de hacer trabajar al obrero con su herramienta, el capital le hace trabajar ahora con una m�quina que maneja ella misma su instrumental. Por tanto, a primera vista es evidente que la gran industria, incorporando al proceso de producci�n las enormes fuerzas de la naturaleza y las ciencias naturales, tiene que reforzar extraordinariamente la productividad del trabajo, lo que ya no es tan evidente, ni mucho menos, es que esta fuerza productiva reforzada se logre a costa de una intensificaci�n redoblada de trabajo por la otra parte. La maquinaria, como todo lo que forma parte del capital constante, no crea valor, se limita a transferir el valor que ella encierra al producto que contribuye a fabricar. En la medida en que representan un valor propio y en que, por tanto. lo transfieren al producto, las m�quinas forman parte integrante del valor del mismo. Lejos de abaratarlo, lo que hacen es encarecerlo en proporci�n a su propio valor. Y es indiscutible que, comparadas con los instrumentos de trabajo de la industria manufacturera y manual, la m�quina y la maquinaria sistem�ticamente desarrollada, instrumento de trabajo caracter�stico de la gran industria, aumentan de valor en proporciones extraordinarias. Barcelona pisos A Eleanor Marx no le fue dif�cil echar por tierra toda esta argumentaci�n en el mismo n�mero del To Day. Una de dos. O el se�or Taylor hab�a le�do la controversia mantenida en 1872, en cuyo caso "ment�a" ahora, no s�lo "inventando" sino tambi�n "suprimiendo", o no la hab�a le�do, y entonces lo mejor que hac�a era callarse. En todo caso, era evidente que no se atrev�a a mantener en pie ni por un momento la acusaci�n de su amigo Brentano, seg�n la cual Marx hab�a "inventado" una cita. Lejos de ello, achacaba a Marx el pecado de haber omitido una frase importante. Pero es el caso que esta frase aparece reproducida en la p�gina y alocuci�n inaugural, pocas l�neas antes de la que se dice "inventada". Y por lo que se refiere a la "contradicci�n" contenida en el discurso de Gladstone, �qui�n sino el propio Marx habla en El Capital. p. 618 (3� ed., p. 672, nota 105)(15), de las "constantes y clamorosas contradicciones de los discur�sos pronunciados por Gladstone en 1863 Y 1864 en el debate sobre los presupuestos"? Lo que ocurre es que Marx no tiene la osad�a de conciliar estas contradicciones en una complaciente f�rmula liberal. He aqu� la conclusi�n final a que llega Eleanor Marx, en su r�plica: "Nada m�s lejos de la verdad; Marx no omite nada digno de menci�n ni a�ade tampoco por su cuenta lo m�s m�nimo. Lo que hace es restaurar y arrancar al olvido... cierta frase tomada de un discurso de Gladstone, frase pronunciada indudablemente por el orador y que, por las razones que fuese, no figuraba en la referencia del Hansard". wmailbox 207 Child. Empl. Comm. V Rep. Un fabricante de Londres, que por lo dem�s ve en la reglamentaci�n coactiva de la jornada de trabajo un medio de protecci�n de los obreros contra los fabricantes y de �stos contra el comercio al por mayor, declara: "En nuestra industria, la presi�n proviene de los embarcadores. que te empe�an por ejemplo en consignar la mercanc�a en un barco de vela para que llegue a su destino a tiempo para una determinada �poca, embols�ndose as� la diferencia de porte entre el barco de vela y el vapor, o que eligen de dos vapores el primero que sale, para presentarse en el mercado forastero antes que sus competidores."

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