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Vessel Name: ordijato
27 March 2008
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27 March 2008

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Cada loco con su tema.

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27 March 2008
ordijato
Cada loco con su tema.
Tenemos el concepto err�neo que para un problema hay una soluci�n o que para que encontremos la soluci�n tenemos que bombardear la idea con cr�ticas de donde saldr� la verdad. Esto no es as�. Las posibilidades de soluciones son bastas y cuando uno asume una actitud creativa busca provocar y dar movimiento es decir generar ideas que pueden parecer descabelladas, pero queluego de presentadas son transformadas en ideas l�gicas que dan buenos resultados. Existen metodolog�as definidas que rompen los conceptos de exclusividad y espontaneidad de la creatividad. Son metodolog�as que buscan provocar, dar movimiento, crear rutas alternativas para que afloren los pensamientos creativos. Es decir se desarrolla la habilidad de pensar creativamente. Nuestra doctrina s�lo puede ser �sta: que al hombre no le son dadas sus propiedades por nadie, ni por Dios ni por la sociedad, sus padres y antepasados, ni tampoco por �l mismo (el disparate de la noci�n aqu� repudiada en �ltimo t�rmino ha sido ense�ado como "libertad inteligible" por Kant, y acaso ya por Plat�n). Nadie es responsable de su existencia, de su modo de ser, de las circunstancias y el ambiente en que se halla. La fatalidad de su ser no puede ser desglosada de la fatalidad de todo lo que fue y ser�. El hombre no es la consecuencia de un prop�sito expreso, de una voluntad ni de un fin; con �l no se hace una tentativa de alcanzar un "tipo humano ideal" o una "felicidad ideal" o una "moralidad ideal"; siendo absurdo pretender descargar su modo de ser en alg�n "fin". Nosotros hemos inventado el concepto "fin"; la realidad nada sabe de fines... Se es, necesariamente, un trozo de fatalidad; se forma parte del todo, se est� integrado en el todo; no hay nada susceptible de juzgar, valorar, comparar, condenar nuestro ser, pues significar�a juzgar, valorar, comparar, condenar el todo... �Mas no existe nada fuera del todo! Dejar de hacer responsable a alguien y comprender que la esencia del Ser no debe ser reducida a una causa prima; que el mundo no es ni como sensorio ni como "esp�ritu" una unidad, significa la gran liberaci�n; s�lo as� queda restaurada la inocencia de la posibilidad... Hasta ahora, el concepto "Dios" ha sido la objeci�n m�s grave contra la existencia... Nosotros negamos a Dios, la responsabilidad en Dios, y s�lo as� redimimos el mundo. Conocido es mi postulado seg�n el cual el fil�sofo se sit�a m�s all� del bien y del mal, encontr�ndose por encima de la ilusi�n del juicio moral. Este postulado deriva de un descubrimiento que yo he sido el primero en formular: no hay hechos morales. El juicio moral, como el religioso, se funda en realidades ilusorias. La moral no es sino una interpretaci�n de determinados fen�menos, y m�s propiamente: una mala interpretaci�n. Semejante al juicio religioso, la moral caracteriza un nivel de la ignorancia en que falta aun la noci�n de lo real, la discriminaci�n entre lo real y lo imaginario; de modo que en este nivel la "verdad" designa sin excepci�n cosas que hoy d�a llamamos "ficciones". De lo cual se infiere que el juicio moral nunca debe ser tomado al pie de la letra, pues siempre consiste en un puro contrasentido. Como semi�tica, pof cierto, es inestimable; pues revela, al que sabe por lo menos, las realidades m�s valiosas de culturas e interioridades, que no sab�an lo suficiente para "entenderse" a s� mismas. La moral en definitiva es mero lenguaje de signos, mera sintomatologfa ; para sacar provecho de ella es preciso saber de antemano de qu� se trata. Ya no nos apreciamos lo suficiente si nos comunicamos. Nuestras experiencias propiamente dichas no son en modo alguno locuaces. Ni siquiera podr�an comunicarse, pues les faltan las palabras. Lo que sabemos expresar en palabras, ya lo hemos dejado atr�s. En todo hablar hay algo de desprecio. Parece que el lenguaje est� inventado �nicamente para lo ordinario, lo medio, lo comunicable. Con el lenguaje se vulgariza el que habla. (De una moral para sordomudos y otros fil�sofos.) "�Es encantadora esta imagen!"... La historia, insatisfecha, excitada, desolada en el coraz�n y las entra�as, pendiente en todo momento, con una curiosidad dolorosa, del imperativo que desde las profundidades de su organismo susurra "aut liberi aut libri"; la literata, lo suficientemente culta para entender la voz de la Naturaleza, incluso cuando habla en lat�n, y, por otra parte, lo suficientemente vanidosa y est�pida para decir aun en franc�s para sus adentros "je me verrai, je me lirai, je m'extasierai et je dirai: Possible, que j'aie eu tant d'esprit?" Hablan los "impersonales". "Nada nos es tan f�cil como ser sabios, pacientes, superiores y serenos. Chorreamos aceite de indulgencia y simpat�a; somos de una manera absurda justos; perdonamos todo. Por eso mismo debi�ramos desarrollar en nosotros de tanto en tanto un peque�o afecto, un peque�o vicio de afecto. Tal vez nos cueste; tal vez nos riamos, entre nosotros, de la figura que encarnamos. Pero no tenemos m�s remedio. No nos queda ya ninguna otra forma de autodisciplina; tal es nuestro ascetismo, nuestra penitencia"... Volverse personal, he aqu� la virtud del "impersonal"...De un examen de doctorado. "�Cu�l es la tarea de toda ense�anza superior?" Hacer del hombre una m�quina. "�C�mo se consigue esto?" El hombre debe aprender a aburrirse. "�C�mo se consigue esto?" Mediante la noci�n del deber. "�Qui�n es su mrdelo en esta ocasi�n?" El fil�logo, que ense�a a trabajar como un burro. "�Qui�n es el hombre perfecto?" El empleado del Estado. "�Qu� filosof�a ofrece la f�rmula suprema para el empleado del Estado?" La de Kant el empleado del Estado como cosa en s�, proclamado juez del empleado del Estado como apariencia. El derecho a la estupidez. El trabajador cansado de lento respirar y aire bonach�n que , deja correr las cosas; esta figura t�pica que uno encuentra ahora, en esta �poca del trabajo (�y del Reich!) en todas las capas de la sociedad, reivindica hoy d�a precisamente el arte, incluido el libro, en particular el diario; j�zguese en cu�nto mayor grado la bella Naturaleza reivindica a Italia... El hombre del atardecer, con los "impulsos fieros expirados", de que habla Fausto, tiene necesidad del lugar de veraneo, de la playa de mar, de los ventisqueros, de Bayreuth... En tiempos as�, el arte tiene derecho a la locura pura, como una especie de vacaciones para el esp�ritu, el ingenio y el �nimo. As� lo entendi� Wagner. La locura pura repone...Habla el inmoralista. Nada repugna tanto al fil�sofo como el hombre que desea... Cuando ve al hombre exclusivamente en sus actos; cuando ve a este animal m�s valiente, astuto y denodado extraviado hasta en trances laber�nticos, �cu�n admirable se le aparece el hombre! Y aun lo alienta... Desprecia el fil�sofo, en cambio, al hombre que desea, tambi�n al hombre "deseable", y en un plano general, todas las deseabilidades, todos los ideales humanos. Si el fil�sofo pudiese ser nihilista lo ser�a, pues detr�s de todos los ideales del hombre encuentra la nada. O ni siquiera la nada, sino lo ruin, lo absurdo, lo enfermo, lo cobarde, lo cansado, toda clase de heces de la copa vaciada de su vida... El hombre, que en tanta realidad es siempre vulnerable, �c�mo es que no merece respeto en cuanto desea? �Ser� que tiene que pagar por la capacidad que lo distingue como realidad?, �que tiene que compensar su actividad, la tensi�n mental y el esfuerzo de voluntad en toda actividad, por una relajaci�n en lo imaginario y lo absurdo? Cuando se coloca el centro de gravedad de la vida no en la vida, sino en el "m�s all�" - en la nada, - se le ha quitado a la vida como tal el centro de gravedad. La gran mentira de la inmortalidad personal destruye toda raz�n, toda naturaleza existente en el instinto, - a partir de ahora todo lo que en los instintos es beneficioso, favorecedor a la vida, garantizador del futuro, suscita desconfianza. Vivir de tal modo que ya no tenga sentido vivir, eso es lo que ahora se convierte en el "sentido" de la vida... �Para qu� ya el sentido de comunidad, para que la gratitud a la ascendencia y a los antepasados, para qu� colaborar, confiar, para qu� favorecer y tener en cuenta alg�n bien general?... Todas esas cosas son "tentaciones", todas esas cosas son desviaciones del "camino recto" - "una sola cosa es necesaria"... En cuanto "alma inmortal", cada uno tiene id�ntico rango que cualquier otro, en el conjunto de todos los seres la "salvaci�n" de cada individuo tiene derecho a reclamar una importancia eterna, peque�os santurrones, y locos en sus tres cuartas partes, tienen derecho a imaginarse que, en raz�n de ellos, las leyes de la naturaleza son transgredidas, de modo constante - nunca se estigmatizar� con bastante desprecio semejante intensificaci�n hasta lo infinito, hasta lo imp�dico, de toda especie de ego�smo. Y, sin embargo, el cristianismo debe su victoria a esa deplorable adulaci�n de la vanidad personal -con ella es con la que ha persuadido a seguirle cabalmente a todos los malogrados, a todos los hombres de sentimientos rebeldes, a los fracasados, a todos los desechos y escorias de la humanidad. La "salvaci�n del alma" - dicho claramente: "el mundo gira alrededor de m�"... El veneno de la doctrina "id�nticos derechos para todos" - es el cristianismo el que lo ha diseminado de modo m�s radical: desde los m�s escondidos rincones de los instintos malos el cristianismo ha hecho una guerra a muerte a todo sentimiento de respeto y de distancia entre los hombres, es decir, al presupuesto de toda elevaci�n, de todo crecimiento de la cultura, - con el resentimiento de las masas ha forjado su arma capital contra nosotros, contra todos los seres aristocr�ticos, joviales, generosos, que hay en la tierra, contra nuestra felicidad en la tierra... [...] - El aristocratismo de los sentimientos ha sido socavado de la manera m�s subterr�nea por la mentira de la igualdad de las almas; y si la creencia en el "privilegio de los m�s" hace y har� revoluciones, �es el cristianismo no se dude de ello, son los juicios cristianos de valor los que toda revoluci�n no hace m�s que traducir en sangre y cr�menes! El cristianismo es una rebeli�n de todo lo que se-arrastra-por-el-suelo contra todo lo que tiene altura: el evangelio de los "viles" envilece... El viejo Dios, todo �l "esp�ritu", todo �l sumo sacerdote, todo �l perfecci�n, se pasea por su jard�n placenteramente: s�lo que se aburre. Contra el aburrimiento luchan en vano incluso los dioses. �Qu� hace? Inventa al hombre, - el hombre es algo entretenido... Pero he aqu� que tambi�n el hombre se aburre. El apiadamiento de Dios por la �nica molestia que en s� tienen todos los para�sos no conoce l�mites: pronto cre� tambi�n otros animales. Primer fallo de Dios: el hombre no encontr� entretenidos a los animales, - los dominaba, no quer�a siquiera ser un "animal". - Por consiguiente, Dios cre� a la mujer. Y de hecho, ahora el aburrimiento se termin� - �pero tambi�n se terminaron otras cosas! La mujer fue el segundo fallo de Dios. - "La mujer es, por su esencia, serpiente, Eva"- esto lo sabe todo sacerdote; "de la mujer viene todo el infortunio al mundo" - esto lo sabe asimismo todo sacerdote. "Por consiguiente tambi�n la ciencia viene de ella"... S�lo a trav�s de la mujer lleg� el hombre a gustar del �rbol del conocimiento. - �Qu� hab�a ocurrido? Al viejo Dios lo invadi� una angustia infernal. El hombre mismo hab�a sido su m�ximo fallo. Dios se hab�a creado un rival, la ciencia hace iguales a Dios. - �se han terminado los sacerdotes y los dioses si el hombre se vuelve cient�fico! - Moraleja: la ciencia es lo prohibido en s�, - ella es lo �nico prohibido. La ciencia es el primer pecado, el germen de todo pecado, el pecado original. La moral no es m�s que esto. - "No conocer�s": - el resto se sigue de ah�. - La angustia infernal de Dios no le impidi� ser listo. �C�mo defenderse de la ciencia?, �se fue durante largo tiempo su principal problema. Respuesta: �fuera del Para�so el hombre! La felicidad, la ociosidad inducen a tener pensamientos, - todos los pensamientos son pensamientos malos... El hombre no debe pensar. - Y el "sacerdote en s�" inventa la indigencia, la muerte, el peligro mortal del embarazo, toda especie de miseria, vejez, fatiga, sobre todo la enfermedad, - simples medios en la lucha con la ciencia! La indigencia no le permite al hombre pensar... Y, �pese a todo!, �algo espantoso! La obra del conocimiento se alza cual una torre, asaltando el cielo, trayendo el crep�sculo de los dioses, - �qu� hacer! - El viejo Dios inventa la guerra, separa los pueblos, hace que los hombres se aniquilen mutuamente (los sacerdotes han tenido siempre necesidad de la guerra...). La guerra . �entre todas las cosa una gran perturbadora de la paz de la ciencia! - �Incre�ble! Pese a las guerras, el conocimiento, la emancipaci�n con respecto al sacerdote, aumenta. - Y al viejo Dios se le ocurre una �ltima decisi�n: "el hombre se ha vuelto cient�fico - no queda otro remedio, �hay que ahogarlo!"...
Ir a por todas.
Ya m�s arriba, al tratar de la formaci�n de reservas, se indic� la necesidad de disponer una determinada cantidad, mayor o menor, de capital productivo potencial, es decir, de medios de producci�n des�tinados a �sta y que deben existir en una cantidad mayor o menor, para incorporarse poco a poco al proceso de producci�n. Y asimismo se ha indicado que, en una empresa o explotaci�n de capital dada, de determinado volumen, la magnitud de esta reserva de producci�n depende de la mayor o menor dificultad de su renovaci�n, del mayor o menor alejamiento de los mercados en que es posible abastecerse de esos elementos, del desarrollo de los medios de transporte y co�municaci�n, etc. Todos estos factores influyen sobre el m�nimum de capital que debe existir bajo la forma de reserva productiva, y por tanto sobre la duraci�n del plazo con vistas al cual ha de des�embolsarse el capital y sobre el volumen de la masa de capital que debe desembolsarse de una vez. Este volumen, que a su vez influye sobre la rotaci�n, se halla condicionado por el plazo mayor o menor para el cual se cuenta con capital circulante bajo la forma de reserva productiva como capital productivo puramente potencial. Por otra parte, en la medida en que este estancamiento de la mayor o menor posibilidad de una r�pida reposici�n depende de las condiciones del mercado, etc., responde a su vez al tiempo de circulaci�n, a factores que pertenecen a la �rbita de la circulaci�n. "Adem�s, tanto los aperos como los instrumentos manuales de trabajo, tales como las cribas, los cestos, las cuerdas, la grasa para los carros, las agujas, etc., deber�n tenerse a mano y en reserva para poder reponerlos inme�diatamente en tanta mayor abundancia cuanto menor sea la posi�bilidad de obtenerlos r�pidamente sin alejarse mucho. Finalmente, todos los aperos deben revisarse cuidadosamente en el invierno, adop�tando inmediatamente las medidas necesarias para completarlos y ponerlos en condiciones de ser utilizados. El que en general hayan de mantenerse mayores o menores reservas para llenar las necesida�des de aperos depender�, principalmente, de las condiciones locales. Saunas er�ticas en Madrid Supongamos ahora, a la inversa, que el per�odo de circulaci�n se alargue, por ejemplo, de 3 semanas a 5. En este caso, el reflujo del capital desembolsado se produc�a, ya en la siguiente rotaci�n, 2 semanas m�s tarde. La �ltima parte del proceso de producci�n de este per�odo de trabajo no puede llevarse adelante por el mismo mecanismo de la rotaci�n del capital desembolsado. Si este estado de cosas durase alg�n tiempo, podr�a producirse, al contrario que en el caso anterior, un fen�meno de contracci�n del proceso de producci�n, del volumen con el cual se desarrolla. Para mantener el proceso en la misma escala, habr�a que aumentar en 2/9 = 200 libras esterlinas el capital desembolsado durante todo el tiempo que se mantuviese esta prolongaci�n del per�odo de circulaci�n. Y este capital adicional s�lo puede salir de un sitio: del mercado de dinero. S� la prolongaci�n del per�odo de circulaci�n afecta a una o varias ramas industriales importantes, podr� ejercer de este modo una presi�n sobre el mercado de dinero, a menos que este efecto se contrarreste con otro efecto contrario. Y en este caso lo mismo que en el anterior, es manifiesto y palpable que la presi�n, como antes la pl�tora, no guarda la menor relaci�n ni con una modificaci�n en cuanto a los precios de las mercanc�as ni con una alteraci�n en cuanto a la masa de los medios de circulaci�n existentes. Escorts Mallorca Puede ocurrir, sin embargo, que en P... P y M'... M' se presenten circunstancia modificativas. S�, por ejemplo, nuestro fabricante de hilados de algod�n tiene grandes existencias de este art�culo (y, por tanto, una gran parte de su capital productivo invertida en forma de existencias de algod�n), una parte de su capital productivo resultar� depreciada por la baja de los precios del algod�n; en cambio, si estos precios suben, subir� tambi�n de valor esta parte de su capital productivo. Por otra parte, si ha inmovilizado grandes masas de capital en forma de capital-mercancias, por ejemplo, de hilados de algod�n, ocurrir� que la baja del algod�n depreciar� una parte de su capital -mercanc�as y tambi�n, por tanto, de su capital encuadrado en el proceso c�clico; y, por el contrario, una subida del precio del algod�n la har� subir. Finalmente, en el proceso http://www.girlsbcn.com.es Prescindiendo de la idea pueril acerca de la fuente de la ganan�cia, inmediatamente resalta aqu� todo lo que hay de endeble y de confuso en esta concepci�n: para un fabricante de maquinaria, por ejemplo, la m�quina es producto que circula como capital-mercancias o, para decirlo con las palabras de A. Smith: "De la que su pro�ductor, se separa, que cambia de poseedor, que se hace seguir circulan�do." Por tanto, seg�n su propia definici�n la m�quina no ser�a un capital fijo, sino un capital circulante. Esta confusi�n responde, a su vez, al hecho de que A. Smith confunde la distinci�n entre el capital fijo y el capital circulante, nacida de las distintas clases de circulaci�n de los diversos elementos del capital productivo, con las diferencias de forma por que atraviesa el mismo capital en la medida en que funciona dentro del proceso de producci�n como capital pro�ductivo y dentro de la �rbita de la circulaci�n, en cambio, como capital de circulaci�n, es decir, como capital-mercanc�as o capital-�dinero. Por tanto, seg�n A. Smith, las mismas cosas pueden, seg�n el lugar que ocupen en el proceso de vida del capital, funcionar como capital fijo (como medios de trabajo, elementos del capital productivo) o como capital "circulante", como capital-mercancias (como producto que se desplaza de la �rbita de la producci�n a la �rbita de la circulaci�n). Escorts Barcelona
Otra observaci�n podemos registrar aqu�, y es que en las dos metamorfosis que integran la circulaci�n, D-M y M'-D', se enfrentan y se sustituyen mutuamente valores de la misma magnitud y que existen simult�neamente La alteraci�n de valor es exclusiva de la metamorfosis P, del proceso de producci�n, que aparece, por tanto, como la metamorfosis real del capital, a diferencia de las metamorfosis de la circulaci�n, que son metamorfosis puramente formales. madridgirls Las categor�as segunda y cuarta contienen exclusivamente pro�ductos expulsados como tales del proceso de producci�n y lanzados a la venta; en una palabra, productos que funcionan a partir de ahora como mercanc�as o bien como capital-mercanc�as; que poseen. por tanto, una forma y ocupan un lugar en el proceso en que no pueden ser elementos del capital productivo, cualquiera que sea su destino final, es decir, lo mismo s� su finalidad (su valor de uso) es la de servir al consumo individual que si es la de destinarse al consumo productivo. En la categor�a segunda tr�tase de medios de subsistencia, en la cuarta de todos los dem�s productos terminados, los cuales a su vez s�lo pueden hallarse formados por medios terminados de trabajo o por medios terminados de disfrute (distintos de los medios de subsistencia que figuran en la categor�a segunda). Saunas er�ticas en valencia La duraci�n puramente relativa del transporte de las mercanc�as del centro de producci�n al mercado determina una diferencia no s�lo en cuanto a la primera parte del tiempo de circulaci�n, al tiempo de venta, sino tambi�n en cuanto a la segunda parte, a la reversi�n del oro a los elementos del capital productivo, al tiempo de compra. Supongamos, por ejemplo, que la mercanc�a sea enviada a la India. El viaje dura, v. gr., cuatro meses. Partamos de la hip�tesis de que el tiempo de venta = 0, es decir, de que la mer�canc�a se env�e por encargo y se haga efectiva contra su entrega al agente del productor. Supongamos, asimismo, que la remisi�n del dinero (la forma en que se remita es indiferente, para estos efectos) dure otros cuatro meses. Pasar�n, por tanto, en conjunto, ocho meses antes de que el mismo capital vuelva a funcionar como capital productivo, hasta que pueda reanudar la operaci�n anterior. Las diferencias que esto entra�a en cuanto a la rotaci�n constituyen una de las bases materiales de los diversos plazos de cr�dito, y el co�mercio ultramarino, el de Venecia y G�nova, por ejemplo, fue, en efecto, una de las fuentes del sistema de cr�dito en sentido estricto. "La crisis de 1847 permiti� a las operaciones bancarias y comer�ciales de aquella �poca reducir el t�rmino de vencimiento de las letras giradas de Europa sobre India y la China de diez meses desde la fecha a seis meses a la vista; veinte a�os m�s tarde, al acortarse el viaje a introducirse el tel�grafo, se hace necesaria una nueva re�ducci�n de seis meses a la vista a cuatro meses desde la fecha, como paso inicial para reducir el plazo a cuatro meses a la vista. La traves�a hasta Londres, en un barco de vela, por el cabo de Buena Espe�ranza dura, por t�rmino medio, unos noventa d�as. Una letra con vencimiento de cuatro meses a la vista equivaldr�a a un vencimiento de unos ciento cincuenta d�as. Las letras actuales de seis meses a la vista equivalen a un vencimiento de unos doscientos diez d�as." (London Economist, 16 de junio de 1866.) En cambio, "el t�r�mino brasile�o de vencimiento sigue siendo de dos y tres meses a la vista; las letras de Amberes (sobre Londres) se giran a tres meses desde la fecha, y hasta ciudades como Manchester y Bradford giran sobre Londres a tres meses y a plazos a�n m�s largos. Esto da al comerciante, por convenio t�cito, ocasi�n de realizar sus mercanc�as a tiempo para hacer frente a las letras giradas contra �l en el momento de su vencimiento. No es excesivo, por tanto, el t�rmino de vencimiento de las letras sobre India. Los productos ingleses, vendidos en Londres por lo general a tres meses de plazo, no pueden, s� se calcula alg�n tiempo para la venta, realizarse en menos de cinco me�ses, y entre la compra realizada en la India y la entrega de los g�neros en los almacenes ingleses transcurrir� por regla general otro tanto. Tenemos aqu�, pues, un per�odo de diez meses, mientras que las letras giradas contra las mercanc�as no exceden de siete" (lugar cit., 30 de junio de 1866). "El 2 de julio de 1866, cinco grandes bancos de Londres que trabajan principalmente con la India y China, y con ellos el Comptoir d'Escompte de Par�s, notificaron que, a par�tir del 11 de enero de 1867, sus filiales y agencias en Oriente s�lo negociar�an las letras cuyo vencimiento no excediese de cuatro meses" �(lugar cit., 7 de julio de 1866). Sin embargo, esta reducci�n fra�cas� y hubo de ser abandonada. (Posteriormente, la apertura del Canal de Suez ha venido a revolucionar todo esto. F. E.) Acompa�antes relax Madrid Goethe es el �ltimo alem�n que me inspira venera�ci�n; �l hubiera sentido tres cosas que yo siento; tambi�n estamos de acuerdo sobre la "Cruz"... Se me pregunta por qu� escribo en alem�n, toda vez que en ninguna parte me leen tan mal como en mi patria. Pero �qui�n sabe, en definitiva, si yo deseo ser le�do hoy d�a? Crear cosas en las que el tiempo trate de hincar el diente; aspirar en la forma, en la sustancia, a una peque�a inmortalidad, nunca he sido bastante modesto para exigirme menos. El aforismo y la sen�ten-cia (yo soy el primer alem�n que es maestro en este dominio) son las formas de la "eternidad"; am�biciono decir en diez frases lo que otro cualquiera dice en un libro, lo que otro cualquiera no dice en un libro... Relax en Euskadi En todo caso, la operaci�n M'-D' infunde tanto al valor del capital contenido en M' como a la plusval�a una existencia separable, la existencia de sumas de dinero distintas; D es, en ambos casos, lo mismo que d, la forma realmente transformada del valor, que en un principio, en M', s�lo cobra expresi�n propia, expresi�n ideal, como precio de la mercanc�a. Chicas de compa��a en Tarragona El r�gimen capitalista de producci�n presupone la producci�n en gran escala y, como consecuencia de ello, la venta en gran escala tambi�n. presupone, por tanto, la venta al comerciante y no directamente al consumidor individual. Cuando este consumidor sea, a su vez, consumidor productivo, es decir, capitalista industrial; o, dicho en otros t�rminos, cuando el capital industrial de una rama de producci�n suministre medios de producci�n a otra rama, se operar� tambi�n (en forma de encargo, etc.) la venta directa de un capitalista industrial a muchos. En este sentido, todo capitalista industrial es vendedor directo, su propio comerciante, papel que, por lo dem�s, desempe�a tambi�n cuando vende a otros comerciantes. sexo y relax en Barcelona
El capital industrial es la �nica forma de existencia del capital en que es funci�n de �ste no s�lo la apropiaci�n de la plusval�a o del producto excedente, sino tambi�n su creaci�n. Este capital condiciona, por tanto, el car�cter capitalista de la producci�n; su existencia lleva impl�cita la contradicci�n de clase entre capitalistas y obreros asalariados. A medida que se va apoderando de la producci�n social, revoluciona la t�cnica y la organizaci�n social del proceso de trabajo, y con ellas el tipo hist�rico-econ�mico de sociedad. Las otras modalidades de capital que aparecieron antes de �sta en el seno de estados sociales de producci�n pret�ritos o condenados a morir, no s�lo se subordinan a �l y se modifican con arreglo a �l en el mecanismo de sus funciones, sino que ya s�lo se mueven sobre la base de aqu�l, y por tanto viven y mueren, se mantienen y desaparecen con este sistema que les sirve de base. El capital-dinero y el capital-mercanc�as, en la medida en que aparecen, con sus funciones, como exponentes de una rama propia de negocios al lado del capital industrial, no son m�s que modalidades de las distintas formas funcionales que el capital industrial asume unas veces y otras abandona dentro de la �rbita de la circulaci�n, modalidades substantivadas y estructuradas unilateralmente por la divisi�n social del trabajo. griego profundo barcelona De este modo, puede surgir una pl�tora de capital-dinero, y no s�lo en el sentido de que la oferta de capital-dinero supere a la demanda; esto constituye siempre una pl�tora puramente relativa, como la que se produce, por ejemplo, en esos "per�odos melanc�licos" que, al finalizar una crisis, preludian el nuevo ciclo. No en este sentido, sino en el de que una determinada parte del valor-capital desembolsado resulte superflua para el desarrollo de todo el proceso social de reproducci�n (que incluye el proceso de circulaci�n), quedando por tanto eliminado en forma de capital dinero; una pl�tora que surge sin que se alteren ni la escala de la producci�n ni los precios, por efecto de la simple reducci�n del per�odo de rotaci�n. Sin que en ello influya ni en lo m�s m�nimo la masa -mayor o menor- del dinero que se halla en circulaci�n. puta barcelona
Salir de marcha.
Arriba, part�amos del supuesto de que la producci�n total de metales preciosos ( = 500 libras esterlinas) s�lo basta para reponer el desgaste monetario. contactos barcelona A este prop�sito, conviene hacer dos observaciones: Masajes er�ticos en Madrid 3) Por acciones. S� no obedecen a una operaci�n fraudulenta, las acciones son t�tulos posesorios sobre un capital efectivo perteneciente a una entidad colectiva, verdadero capital y derecho a percibir una parte de la plusval�a anual producida por �l. acompa�ante de lujo Supongamos que un capitalista emplee, por ejemplo, a 100 obreros en una manufactura de alfombras, pag�ndoles a raz�n de 30 libras esterlinas anuales a cada uno. El capital variable desembolsado por �l al cabo del a�o ascender�, por tanto, a 3,000 libras esterlinas. Sentemos la hip�tesis de que este fabricante despide a 50 obreros y pone a los 50 restantes a trabajar con una maquinaria que le cuesta 1,500 libras esterlinas. Para no complicar los c�lculos, prescindamos del costo de los edificios, del carb�n, etc. Sigamos suponiendo que las materias primas absorbidas durante un a�o cuesten, lo mismo que antes, 3,000 libras esterlinas.129 �Acaso esta misma metamorfosis permite "movilizar" ning�n capital? En el r�gimen industrial antiguo, la suma global desembolsada, o sean las 6,000 libras esterlinas, se descompon�a por mitades en capital constante y capital variable. Ahora, se descompone en 4,500 libras esterlinas (3,000 invertidas en materias primas y 1,500 en maquinaria) de capital constante y 1,500 libras esterlinas de capital variable. En vez de representar la mitad, como antes, la parte variable de capital, o sea, la parte de capital invertida en fuerza viva de trabajo, s�lo representa ahora 1/4 del capital global, Es decir, que, lejos de movilizar ning�n capital, lo que se hace es vincularlo en una forma en la que deja de cambiarse por fuerza de trabajo; es decir, convertirlo de capital variable en constante. Si las dem�s circunstancias permanecen id�nticas, con un capital de 6,000 libras esterlinas no podr� darse empleo, ahora, m�s que a 50 obreros. Y el n�mero de obreros ocupados disminuir� con cada nueva mejora introducida en la maquinar�a. Si la maquinaria nueva introducida en la f�brica costase menos que la suma de la fuerza de trabajo y de las herramientas por ella desplazadas, s� por ejemplo costase 1,000 libras esterlinas en vez de 1,500, se convertir�a en capital constante un capital variable de 1,000 libras esterlinas, dejando libre un capital de 500. Este capital, suponiendo que los salarios sean los mismos, representar�a un fondo para sostener a unos 16 obreros aproximadamente, pero no a los 50 despedidos; y ni siquiera para 16 obreros, puesto que, para convertirse en capital, una parte de esas 500 libras esterlinas tendr�a que transformarse, a su vez, en capital constante, y por tanto s�lo quedar�a libre, para poder convertirse en fuerza de trabajo, otra parte. escortbarcelona Se comprende, sin embargo, pese a la masa obrera desplazada de hecho y sustituida virtualmente por las m�quinas, que al crecer �stas -crecimiento reflejado en el n�mero cada vez mayor de f�bricas de la misma especie y en las dimensiones cada vez m�s extensas de las f�bricas ya existentes- los obreros fabriles pueden acabar siendo m�s numerosos que los obreros manufactureros o manuales a quienes desplazan. Supongamos, por ejemplo, que, en el viejo r�gimen de producci�n, el capital de 500 libras esterlinas invertido semanalmente se desdoble en 2/5 de capital constante y 3/5 de capital variable, es decir que 200 libras esterlinas se desembolsan en medios de producci�n y 300 libras esterlinas en fuerza de trabajo, digamos a raz�n de 1 libra esterlina por obrero. Al introducirse la maquinaria, cambia la composici�n del capital global. Admitiendo que ahora se desdoble, por ejemplo, en 4/5 de capital constante y 1/5 de capital variable, y que s�lo se inviertan en fuerza de trabajo 100 libras esterlinas. Para conseguir este resultado, ser� necesario, como es l�gico, despedir a dos terceras partes del personal obrero. Si la f�brica se extiende y, permaneciendo invariables las dem�s condiciones de producci�n, el capital global invertido aumenta de 500 a 1,500, entrar�n a trabajar 300 obreros, los mismos que trabajaban antes de producirse la revoluci�n industrial. Si el capital invertido sigue creciendo hasta 2,000, se dar� empleo a 400 obreros; es decir, a 1/3 m�s de los que trabajaban con el antiguo sistema de explotaci�n. En t�rminos absolutos, el n�mero de obreros que trabajaban ha aumentado en 100; en t�rminos relativos, es decir, en proporci�n al capital global desembolsado, ha descendido en 800 puesto que, con el sistema antiguo, este capital de 2,000 libras esterlinas habr�a dado trabajo a 1,200 obreros, en vez de 400. Como se ve, el descenso relativo del n�mero de obreros empleados en una f�brica es perfectamente compatible con su aumento absoluto. Partimos del supuesto de que, aunque el capital global aumente, su composici�n no var�a, puesto que no var�an las condiciones de producci�n. No obstante, sabemos que todos los progresos introducidos en el r�gimen de la maquinaria hacen crecer el capital constante invertido en m�quinas, materias primas, etc., disminuyendo en cambio el capital variable, o sea, el invertido en fuerza de trabajo; y sabemos tambi�n que en ning�n otro sistema industrial son tan constantes los progresos y, por consiguiente, tan variable la composici�n de los capitales. Sin embargo, estos cambios constantes se ven interrumpidos no menos constantemente por puntos inertes, y por una expansi�n puramente cuantitativa sobre una base t�cnica dada. Esto hace crecer el n�mero de obreros en activo. As� por ejemplo, en el a�o 1835 el censo total de obreros que trabajaban en las f�bricas de algod�n, lana, estambre, lino y seda del Reino Unido era solamente de 354,684, mientras que en 1861 solamente la cifra de obreros tejedores que trabajaban en los telares de vapor (incluyendo los obreros de ambos sexos y de todas las edades, a partir de los 8 a�os) ascend�a a 230,654. Claro est� que este incremento pierde proporciones si se tiene en cuenta que en 1838 los tejedores manuales de algod�n, con las familias que les ayudaban en el trabajo, arrojaban todav�a la cifra de 800,000.146 sin contar con el sinn�mero de tejedores desplazados en Asia y en el continente europeo. bcngirls No podemos exponer aqu� las leyes que rigen esta centralizaci�n de los capitales o la atracci�n de unos capitales por otros. Baste con unas simples referencias de hecho. La lucha de la competencia se libra mediante el abaratamiento de las mercanc�as. La baratura de las mercanc�as depende, caeteris paribus (126), del rendimiento del trabajo y �ste de la escala de la producci�n. Seg�n esto, los capitales m�s grandes desalojan necesariamente a los m�s peque�os. Recu�rdese, adem�s, que al desarrollarse el r�gimen capitalista de producci�n, aumenta el volumen m�nimo del capital individual necesario para explotar un negocio en condiciones normales. Por tanto, los capitales m�s modestos se lanzan a las �rbitas de producci�n de que la gran industria s�lo se ha adue�ado todav�a espor�dicamente o de un modo imperfecto. Aqu�, la concurrencia act�a vertiginosamente, en raz�n directa al n�mero y en raz�n inversa al volumen de los capitales que rivalizan entre s�. Y termina siempre con la derrota de los muchos capitalistas peque�os, cuyos capitales son engullidos por el vencedor, o desaparecen. Aparte de esto, la producci�n capitalista crea una nueva potencia: el cr�dito, que en sus comienzos se desliza e insin�a recatadamente, como t�mido auxiliar de la acumulaci�n, atrayendo y aglutinando en manos de capitalistas individuales o asociados, por medio de una red de hilillos invisibles, el dinero diseminado en grandes o peque�as masas por la superficie de la sociedad, hasta que pronto se revela como un arma nueva y temible en el campo de batalla de la competencia y acaba por convertirse en un gigantesco mecanismo social de centralizaci�n de capitales. http://www.girlsmadrid.net Los t�rminos del problema no cambian cuando la reproducci�n simple es sustituida por la reproducci�n en escala ampliada, por la acumulaci�n. En la primera, el capitalista devora toda la plusval�a; en �sta, acredita sus virtudes civiles gastando s�lo una parte y convirtiendo el resto en dinero. La plusval�a es propiedad suya, sin que jam�s haya pertenecido a otro. Si la desembolsa para la producci�n, hace exactamente lo mismo que hizo el d�a en que pis� por primera vez el mercado; desembolsa sus propios fondos. El hecho de que estos fondos provengan ahora del trabajo no retribuido de sus obreros no altera para nada la sustancia de la cosa. Aunque con la plusval�a producida por el obrero A se da empleo al obrero B, no debe olvidarse: primero, que A produjo esta plusval�a sin que se le restase ni un c�ntimo del justo precio de su mercanc�a, y segundo que este negocio le tiene a B sin cuidado. Lo que B exige y tiene derecho a exigir es que el capitalista le abone el valor de su fuerza de trabajo. "Ambos salen ganando; el obrero, porque se le abonan los frutos de su trabajo [debiera decir: con el trabajo no retribuido de otros obreros] antes de realizarlo [debiera decir: antes de que rinda su propio fruto); el patrono (le ma�tre), porque el trabajo de este obrero vale m�s que su salario [debiera decir: crea m�s valor que el de su salario]. (Sismondi, ob. c., p. 135.)


La ley seg�n la cual, gracias a los progresos hechos por la productividad del trabajo social, puede ponerse en movimiento una masa cada vez mayor de medios de producci�n con un desgaste cada vez menor de fuerza humana es una ley que, dentro del r�gimen capitalista, en que los obreros no emplean los instrumentos de trabajo, sino que son �stos los que emplean a los obreros, se trueca en esta otra: la de que cuanto mayor es la fuerza productiva del trabajo y mayor, por tanto, la presi�n ejercida por el obrero sobre los instrumentos que maneja, m�s precaria es su condici�n de vida: la venta de la propia fuerza para incrementar la riqueza de otro o alimentar el incremento del capital. Es decir, que el r�pido desarrollo de los medios de producci�n y de la productividad del trabajo, as� como de la poblaci�n productiva, se trueca, capitalistamente, en lo contrario: en que la poblaci�n obrera crece siempre m�s r�pidamente que la necesidad de explotaci�n del capital. se�oritas compa��a 130 He aqu� lo que observa acerca de esto un ricardiano, saliendo al paso de las necedades de J. B. Say: "Al desarrollarse la divisi�n del trabajo, la pericia del obrero s�lo encuentra cabida en aquella rama concreta en la cual la adquiri�; el propio obrero se convierte en una especie de m�quina. De nada sirve, pues, absolutamente de nada, decir como una cotorra que las cosas tienden siempre a encontrar su nivel. Hay que mirar cara a cara la realidad y ver que las cosas no podr�n encontrar su nivel durante mucho tiempo y que, s� lo encuentran, este nivel es m�s bajo que al iniciarse el proceso." (An Inquiry into those Principles respecting the Nature of Demand, etc., Londres, 1821, p. 72.) Barcelona chicas compa��a En los Estados Unidos de Am�rica, el movimiento obrero no pod�a salir de su postraci�n mientras una parte de la Rep�blica siguiese mancillada por la instituci�n de la esclavitud. El trabajo de los blancos no puede emanciparse all� donde est� esclavizado el trabajo de los negros. De la muerte de la esclavitud brot� inmediatamente una vida nueva y rejuvenecida. El primer fruto de la guerra de Secesi�n fue la campa�a de agitaci�n por la jornada de ocho horas, que se extendi� con la velocidad de la locomotora desde el Oc�ano Atl�ntico al Pac�fico, desde Nueva Inglaterra a California. El Congreso obrero general de Baltirnore (16 agosto 1866) declara: "La primera y m�s importante exigencia de los tiempos presentes, si queremos redimir al trabajo de este pa�s de la esclavitud capitalista, es la promulgaci�n de una ley fijando en ocho horas para todos los Estados Unidos la jornada normal de trabajo. Nosotros estamos dispuestos a desplegar todo nuestro poder hasta alcanzar este glorioso resultado."165 Coincidiendo con esto (a comienzos de septiembre de 1866), el Congreso obrero internacional de Ginebra acordaba, a propuesta del Consejo general de Londres: "Declaramos que la limitaci�n de la jornada de trabajo es una condici�n previa, sin la cual deber�n fracasar necesariamente todas las dem�s aspiraciones de emancipaci�n... Proponemos 8 horas de trabajo como l�mite legal de la jornada". boxbcn.com El se�or J. Roy se ha impuesto la tarea de ofrecer al lector una traducci�n lo m�s fiel e incluso literal que le fuese posible de la pre�sente obra, y ha cumplido esta misi�n con toda escrupulosidad. Y ha sido precisamente esta escrupulosidad la que me ha obligado a m� a revisar el texto, para hacerlo m�s asequible al lector. Las modificaciones introducidas en la obra a lo largo del tiempo, puesto que el libro se ha publicado por entregas, no han sido hechas todas con el mismo cuidado, y necesariamente ten�an que provocar ciertas desigualdades de estilo. presupuestos artes graficas El hijo discotecas en madrid Cabe, indudablemente, que en la f�rmula M - D - M, los dos polos M y M, v. gr. el trigo y el traje, sean tambi�n magnitudes de valor cuantitativamente distintas. El labriego puede, evidente�mente, vender su trigo por m�s de lo que vale o comprar el traje por menos de su valor. Tambi�n puede ocurrir que el sastre le enga�e. Sin embargo, en esta forma de circulaci�n, las tales dife�rencias de valor son puramente fortuitas. Por el hecho de que ambos polos, el trigo y el traje, sean equivalentes, el cambio no pierde radicalmente su sentido y raz�n de ser, como ocurre con el proceso D - M - D. Por el contrario, la equivalencia de estos dos fac�tores, es aqu�, condici�n para el desarrollo normal del proceso. restaurantes en madrid Al grado de desarrollo de la forma relativa del valor corresponde el grado de desarrollo de la forma equivalencial. Pero hay que tener muy buen cuidado en advertir que el desarrollo de la forma equiva�lencial no es m�s que la expresi�n y el resultado del desarrollo de la forma relativa del valor. Venta de pisos en Barcelona 6. Lucha por la jornada normal de trabajo. Restricci�n legal del tiempo de trabajo. La legislaci�n fabril inglesa de 1833 a 1864

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