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Vessel Name: urdimano
28 April 2008 | madrid
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Aprendiz de todo, maestro de nada.

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28 April 2008 | madrid
Aprendiz de todo, maestro de nada.
As� como sucede con el rojo, con el sombrero negro m�s que generar pensamiento negativo lo vamos a limitar, pues se le dar� su momento y no dejaremos, como en el caso de las emociones, que se desborde la negatividad sin ser conscientes de ello. Si tenemos una actitud hacia el sombrero negro, debemos basar toda nuestra experiencia pasada en la explicaci�n objetiva de esta negatividad, por eso es negativo objetivo. Con el sombrero negro podemos decir " No creo que la rebaja de precios vaya a funcionar porque por nuestras experiencias anteriores.........". Es decir negativo objetivo, en donde se le da una real dimensi�n a la parte de cr�tica. Como dijimos ,es f�cil ser negativo porque a una idea es f�cil encontrarle lo que no funciona (esto puede ser una peque�a parte), �ser� tan f�cil ser positivo? La f�rmula impl�cita en toda religi�n y moral reza "�Haz esto y aquello, no hagas esto ni aquello; as� alcanzar�s la felicidad! De lo contrario..." Toda moral, toda religi�n, es este imperativo, al que yo llamo gran pecado original de la raz�n, inmortal sinraz�n. En boca m�a, esa f�rmula se convierte en su inversi�n, primer ejemplo de mi "transmutaci�n de todos los valores": el hombre armonioso, el "afortunado", no puede meteos que cometer determinados actos e instintivamente reh�ye otros; introduce el orden que fisiol�gicamente encarna en sus relaciones con los hombres y las cosas. He aqu� la f�rmula correspondiente: su virtud es el efecto de su felicidad... La vida larga y la prole numerosa no son el premio de la virtud, sino que la virtud es ese retardo del metabolismo que, entre otras cosas, determina tambi�n una vida larga y una prole numerosa, en una palabra, el cornarismo. La Iglesia y la moral dicen: "el vicio y el lujo arruinan a los linajes y a los pueblos". Mi raz�n restaurada dice: "cuando un pueblo se arruina, cae en la degeneraci�n fisiol�gica y se originan el vicio y el lujo (esto es, la necesidad de est�mulos cada vez m�s fuertes y m�s frecuentes, como la conoce todo ser agotado). El joven se debilita prematuramente. Sus amigos afirman que la culpa la tiene tal enfermedad. Yo afirmo que el hecho de que ese joven haya enfermado, no haya resistido a la enfermedad, es la consecuencia de una vida empobrecida, de un agotamiento cong�nito. El lector de diarios dice que tal partido labra su propia ruina por tal error. Mi pol�tica superior, en cambio, dice que un partido que comete tal error est� arruinado; que ha perdido la seguridad de sus instintos. Todo error, en todo sentido, es la consecuencia de degeneraci�n de los instintos, de disgregaci�n de la voluntad; lo malo queda as� indefinido. Todo lo bueno es instinto y, por ende, f�cil, necesario, libre. El esfuerzo es una objeci�n, el dios es t�picamente distinto del h�roe (dicho en mi propio lenguaje: los pies alados son el atributo primordial de la divinidad). Explicaci�n sicol�gica de lo antedicho.-Reducir algo desconocido a algo conocido alivia, reconforta, satisface y proporciona una sensaci�n de poder. Lo desconocido involucra peligro, inquietud y zozobra; apl�case el instinto primordialmente a eliminar estos estados penosos. Primer principio: cualquier explicaci�n es preferible a ninguna explicaci�n. Como en definitiva se trata tan s�lo de un af�n de librarse de representaciones penosas, se echa mano de cualquier medio que se ofrece con tal de quit�rselas de encima, sin discriminar mayormente; cualquier representaci�n mental en virtud de la cual lo desconocido se d� por conocido resulta tan reconfortante que se la "cree cierta". Es la prueba del placer ("de la fuerza") como criterio de la verdad. El impulso causal est�, pues, determinado y excitado por el temor. El "�por qu�?" debe dar en lo posible no la causa por la causa misma, sino determinado tipo de causa: una causa que tranquilice, redima, alivie. El que algo ya conocido, experimentado, grabado en la memoria, sea establecido como causa es la primera consecuencia de esta necesidad �ntimamente sentida. Lo nuevo, no experimentado, extra�o, queda excluido como causa. De modo que se busca como causa no un tipo de explicaciones, sino un tipo escogido y preferido de explicaciones, aquel que con m�s rapidez y frecuencia haya eliminado la sensaci�n de lo extra�o, nuevo, jam�s experimentado las explicaciones m�s corrientes. Como consecuencia de esto, un determinado tipo de motivaci�n causal prevalece cada vez m�s, se reduce a sistema y llega al fin a dominar, con exclusi�n de otras causas y explicaciones. El banquero piensa en seguida en el "negocio", el cristiano en el "pecado" y la muchacha en su amor. A prop�sito de la "conciencia intelectual". Nada me parece tan raro hoy d�a como la verdadera hipocres�a. Sospecho decididamente que el aire suave de nuestra cultura no conviene a esta planta. La hipocres�a es propia de las �pocas de fe ardiente, en las que ni aun cuando se estaba forzado a exhibir una fe diferente se renunciaba a la que realmente se alentaba. Hoy d�a se renuncia a ella, o lo que es a�n m�s corriente, se adopta una segunda fe; en uno y otro caso se es sincero. No cabe duda que en nuestros tiempos son posibles, quiere decir permitidas, quiere decir inofensivas, un n�mero mucho m�s grande de convicciones que antes. Orig�nase as� la tolerancia hacia s� mismo. La tolerancia hacia s� mismo autoriza a tener varias convicciones; �stas conviven pac�ficamente, cuid�ndose mucho, como hoy en d�a todo el mundo, de comprometerse. �C�mo se compromete uno hoy en d�a? Adoptando una actitud consecuente. Avanzando imperturbable. Siendo un hombre en el que no caben, por lo menos, cinco interpretaciones diferentes. Siendo-genuino... Temo mucho que algunos vicios est�n condenados a extinguirse simplemente porque el hombre moderno es demasiado c�modo e indolente para seguir con ellos. Todo lo malo determinado por una voluntad fuerte, y tal vez no haya nada malo sin fuerza de voluntad, degenera en virtud en nuestro tibio ambiente... Los pocos hip�critas que he conocido imitaban la hipocres�a; eran, como hoy en d�a casi todo el mundo, comediantes. Bello y feo. Nada hay tan condicionado, digamos tan restringido, como nuestro sentimiento de lo bello. Quien pretende concebirlo desligado del goce que el hombre libra del hombre, deja al momento de pisar terreno firme. Lo "bello en s�" es un mero concepto; no es ni siquiera un concepto. En lo bello, el hombre se establece a s� mismo como criterio de perfecci�n; en casos selectos, se adora a s� mismo en lo bello. Una especie no puede por menos de decir s� exclusivamente a s� misma de esta manera. Su instinto m�s soterrado, el de conservaci�n y expansi�n del propio ser, irradia aun en tales sublimidades. El hombre cree el mundo mismo colmado de belleza; se olvida que �l es la causa. ?^l lo ha obsequiado con belleza, �ay 1, s�lo con una belleza muy humana, demasiado humana. En el fondo, el hombre se refleja en las cosas; tiene por bello todo lo que le devuelve su propia imagen. El juicio "bello" es su vanidad gen�rica... Pues al esc�ptico bien puede un leve recelo susurrarle al o�do: �de veras queda embellecido el mundo por el hecho de que el hombre lo tenga por bello? Lo ha humanizado; esto es todo. Mas nada, absolutamente nada, nos autoriza para creer que precisamente el hombre sea el modelo de lo bello. �Qui�n sabe c�mo se presenta a los ojos de un juez superior del gusto? �Acaso atrevido? �Acaso divertido? �Acaso un tanto arbitrario?... "Oh Dionisos, divino, �por qu� me tiras de las orejas?", pregunt� Ariadna a su amante filos�fico en ocasi�n de uno de esos c�lebres di�logos en Naxos. "Es que tus orejas me causan gracia, Ariadna; �quiz� por qu� no son a�n m�s largas?" Al cristianismo no se le debe adornar ni engalanar: �l ha hecho una guerra a muerte a ese tipo superior de hombre, �l ha proscrito todos los instintos fundamentales de ese tipo, �l ha extra�do de esos instintos por destilaci�n, el mal, el hombre malvado, - el hombre fuerte considerado como hombre t�picamente reprobable, como "hombre r�probo". El cristianismo ha tomado, partido por todo lo d�bil, bajo malogrado, ha hecho un ideal de la contradicci�n a los instintos de conservaci�n de la vida fuerte; ha corrompido la raz�n incluso de las naturalezas dotadas de m�xima fortaleza espiritual al ense�ar a sentir como pecaminosos, como descarriadores, como tentaciones, los valores supremos de la espiritualidad. �El ejemplo m�s deplorable - la corrupci�n de Pascal, el cual cre�a en la corrupci�n de su raz�n por el pecado original, siendo as� que s�lo estaba corrompida por su cristianismo! Entre alemanes se me comprende en seguida cuando yo digo que la filosof�a est� corrompida por sangre de te�logos. El p�rroco protestante es el abuelo de la filosof�a alemana, el protestantismo mismo, su peccatum originale. Definici�n del protestantismo: la hemiplej�a del cristianismo - y de la raz�n... Basta pronunciar la palabra "Seminario [Stift] de T�binger" para comprender qu� es en el fondo la filosof�a alemana - una filosof�a artera... Los suabos son los mejores mentirosos en Alemania, mienten inocentemente... �A qu� se debi� el j�bilo que, al aparecer Kant, recorri� el mundo de los doctos alemanes, compuesto en sus tres cuartas partes por hijos de p�rrocos y de maestros -, a qu� el convencimiento alem�n, que a�n hoy sigue encontrando eco, de que con Kant comienza un giro hacia algo mejor? El instinto de te�logo existente en el docto alem�n adivin� qu� es lo que, a partir de ese momento, volv�a a ser posible... Un camino fortuito hacia el viejo ideal quedaba abierto, el concepto "mundo verdadero", el concepto de la moral como esencia del mundo (- �los dos errores m�s malignos que existen!) volv�an a ser ahora, gracias a un escepticismo ladinamente inteligente, si no demostrables, tampoco ya refutables... La raz�n, el derecho de la raz�n no llega tan lejos... Se hab�a hecho de la realidad una "apariencia"; y se hab�a hecho de un mundo completamente mentido, el de lo que es, la realidad. El �xito de Kant es meramente un �xito de te�logos: Kant fue, lo mismo que Lutero, lo mismo que Leibniz, una r�mora m�s en la honestidad alemana, nada firme de suyo
Hacerse un l�o.
Volvamos a Ricardo. Escorts independientes Barcelona su producci�n la naturaleza espec�fica del producto o del efecto �til que se trata de obtener, se requiere una inversi�n constante, adicional, de capital circulante (salarios, ma�terias primas, materias auxiliares), ninguna parte del cual reviste una forma susceptible de circulaci�n y que pueda servir, por tanto, para renovar la misma operaci�n; por el contrario cada una de sus partes se halla incorporada sucesivamente al producto en marcha dentro de la �rbita de la producci�n, como parte integrante de �l, vinculado al capital productivo. El tiempo de rotaci�n es igual a la suma del per�odo de producci�n y del periodo de circulaci�n del capital. Por consiguiente, al alargarse el periodo de producci�n el ritmo de rotaci�n disminuye, exactamente lo mismo que si se alarga el per�odo de circulaci�n. En el caso que estamos examinando hay que tener en cuenta, sin embargo dos cosas: Escorts independientes BCN Se trata, en todos estos casos, de saber c�mo un valor dado, invertido en el proceso de producci�n de la mercanc�a, sea en forma de salarios, de precio de las materias primas o de precio de los medios de trabajo, se transfiere al producto y, por tanto, c�mo circula a trav�s del producto, retornando mediante la venta de �ste a su punto de partida o reponi�ndose. Toda la diferencia estriba aqu� en el "c�mo", en el modo espec�fico de operarse aquella transferencia, y tambi�n, por tanto, en el modo espec�fico de circulaci�n de este valor. Escorts independientes Por el contrario, si el tiempo de circulaci�n, y por tanto el per�odo de rotaci�n, se alarga, se har� necesario proceder al desembolso de capital adicional. Del bolsillo del propio capitalista, suponiendo que lo posea. Pero este capital se hallar� invertido en una forma cualquiera, como parte del mercado de dinero; para que sea disponible, deber� desprenderse de su forma antigua, por ejemplo, vendiendo acciones o retirando dep�sitos, con lo cual se ejercer� tambi�n una acci�n indirecta sobre el mercado de dinero. O bien deber� asumir aquella forma. En cuanto a la parte del capital adicional necesario para el pago de salarios, en condiciones normales deber� desembolsarse siempre como capital-dinero, para lo cual el capitalista X ejercer� tambi�n su parte de presi�n directa sobre el mercado de dinero. Con respecto a la parte que ha de invertirse en materiales de producci�n, esto s�lo es indispensable cuando el capitalista tenga que pagarlos al contado. Si puede obtenerlos a cr�dito, esto no ejercer� ninguna influencia directa sobre el mercado de dinero, ya que entonces el capital adicional se desembolsar� directamente como reserva de producci�n y no como capital-dinero en primera instancia. Cuando el que le abra cr�dito lance de nuevo directamente al mercado de dinero la letra aceptada por X, la haga descontar por un banco etc., esto influir� sobre el mercado de dinero directamente, de segunda mano. En cambio, s� utiliza esta letra, por ejemplo, para saldar una deuda de vencimiento posterior, este capital desembolsado adicionalmente no influir� de un modo directo ni indirecto en el mercado de dinero. Barcelona relax
No es m�s que una tautolog�a: tanto da decir que una parte del capital circulante no entra en la producci�n de medios de producci�n como decir que entra en la producci�n de medios de consumo; es decir, en la parte del producto anual destinada al fondo de consumo de la sociedad. Lo importante es lo que viene a continuaci�n: Chicas compa��a Madrid La parte del capital productivo latente que existe disponible simplemente como condici�n para el proceso de producci�n, tal como el algod�n, el carb�n, etc., en las f�bricas de hilados de algod�n, no act�a como factor creador de producto, ni como agente creador de valor. Es capital inactivo, aunque esta inactividad sea condici�n indispensable para el curso ininterrumpido del proceso de producci�n. Los edificios, aparatos, etc., necesarios como recept�culos de la reserva productiva (del capital latente) son, asimismo, condiciones del proceso de producci�n y forman, por tanto, parte del capital productivo desembolsado. Cumplen su funci�n de conservar las partes productivas durante la fase preparatoria. Los procesos de trabajo que pueden ser necesarios en esta fase encarecen las materias primas, etc., pero son trabajos productivos y crean plusval�a, puesto que una parte de ellos, al igual que todo trabajo asalariado, queda sin retribuir. Las interrupciones normales de todo el proceso de producci�n y, por tanto, los intervalos en que el capital productivo no funciona, no producen valor ni plusval�a. De aqu� la tendencia a que la jornada de trabajo se extienda tambi�n durante la noche (libro I, cap. XVIII, [pp. 455 ss.]). Los intervalos en el tiempo de trabajo a que debe someterse el objeto de trabajo durante el mismo proceso de producci�n, no crean valor ni plusval�a; pero fomentan el producto, constituyen una parte de su vida, un proceso por el que necesariamente tiene que pasar. El valor de los aparatos, etc., se transfiere al producto en proporci�n a, tiempo total durante el cual funciona; el producto es situado en esta fase por el trabajo mismo, y el empleo de estos aparatos constituye una condici�n tan necesaria de la producci�n como limpiar de polvo una parte del algod�n, operaci�n que, a�n no incorporando nada al producto, le transfiere, sin embargo, un valor. La otra parte del capital latente, la formada por los edificios, las m�quinas, etc., es decir, por los medios del trabajo cuyo funcionamiento s�lo se interrumpe en las pausas regulares del proceso de producci�n, las interrupciones irregulares nacidas de entorpecimientos de la producci�n, crisis, etc., representan puras p�rdidas, a�aden valor sin entrar en la formaci�n del producto; el valor total que a�aden a �ste se determina por su duraci�n med�a; por ser un valor de uso, pierde valor tanto en el tiempo durante el cual funciona como en el tiempo que permanece inactivo. Prostitutas valencia La f�rmula impl�cita en toda religi�n y moral reza "�Haz esto y aquello, no hagas esto ni aquello; as� alcanzar�s la felicidad! De lo contrario..." Toda mo�ral, toda religi�n, es este imperativo, al que yo llamo gran pecado original de la raz�n, inmortal sinraz�n. En boca m�a, esa f�rmula se convierte en su inversi�n, primer ejemplo de mi "transmutaci�n de todos los va�lores": el hombre armonioso, el "afortunado", no pue�de meteos que cometer determinados actos e instinti�vamente reh�ye otros; introduce el orden que fisiol�gicamente encarna en sus relaciones con los hombres y las cosas. He aqu� la f�rmula correspondiente: su virtud es el efecto de su felicidad... La vida larga y la prole numerosa no son el premio de la virtud, sino que la virtud es ese retardo del metabolismo que, en�tre otras cosas, determina tambi�n una vida larga y una prole numerosa, en una palabra, el cornarismo. La Iglesia y la moral dicen: "el vicio y el lujo arrui�nan a los linajes y a los pueblos". Mi raz�n restau�rada dice: "cuando un pueblo se arruina, cae en la degeneraci�n fisiol�gica y se originan el vicio y el lujo (esto es, la necesidad de est�mulos cada vez m�s fuertes y m�s frecuentes, como la conoce todo ser agotado). Barcelona Girls Except�o con profunda veneraci�n el nombre de He�r�clito. En tanto que los dem�s fil�sofos rechazaban el testimonio de los sentidos porque �stos mostraban multiplicidad y mudanza, �l rechaz� su testimonio porque mostraban las cosas dotadas de los atributos de la duraci�n y la unidad. Tambi�n Her�clito fue injusto con los sentidos. ?^stos no mienten, ni como creyeron los ele�ticos ni como crey� �l; no mienten, sencillamente. Lo que hacemos de su testimonio es obra de la mentira, por ejemplo la de la unidad, la de la objetividad, la de la sustancia, la de la duraci�n... La "raz�n" es la causa de que falseemos el testimonio de los sentidos. ?^stos, en tanto que muestran el nacer y perecer, la mudanza, no mienten... Mas Her�clito siempre tendr� raz�n con su aserto de que el Ser es una vana ficci�n. El mundo "aparencial" es el �nico que existe; el "mundo verdadero", es pura invenci�n... Relax en Mallorca En segundo lugar, la mitad del valor-capital primitivamente desembolsado de 900 libras esterlinas = 450 libras, que a) ha ido revistiendo sucesivamente la forma de capital-dinero, la de capital productivo y la de capital-mercanc�as y b) aparec�a simult�nea y continuamente presentando en parte la forma de capital-dinero, en parte la de capital-mercanc�as y en parte la de capital productivo, se desprender�a de la �rbita de la industria X y aparecer�a, por tanto, en el mercado de dinero como capital-dinero adicional, influyendo en �l como un nuevo aflujo. Estas 450 libras esterlinas disponibles act�an como capital-dinero, no porque sean dinero superfluo para la explotaci�n de la industria X, sino porque son parte integrante del valor-capital originario, por cuya raz�n siguen actuando como capital y no se destinan a invertirse como simple medio de circulaci�n. La forma m�s inmediata de hacer que funcionen como capital es lanzarlas al mercado de dinero como capital-dinero. De este modo, podr�a (prescindiendo del capital fijo) doblarse la escala de la producci�n. Con el mismo capital desembolsado de 900 libras esterlinas podr�a explotarse un proceso de producci�n de doble volumen. Putas en Tenerife En este punto no es posible esquivar ya el dar una primera expresi�n provisional a mi hip�tesis propia sobre el origen de la �mala conciencia�: tal hip�tesis no es f�cil hacerla o�r, y desea ser largo tiempo meditada, custodiada, consultada con la almohada. Yo considero que la mala conciencia es la profunda dolencia a que ten�a que sucumbir el hombre bajo la presi�n de aquella modificaci�n, la m�s radical de todas las experimentadas por �l, de aquella modificaci�n ocurri�da cuando el hombre se encontr� definitivamente encerra�do en el sortilegio de la sociedad y de la paz. Lo mismo que tuvo que ocurrirles a los animales marinos cuando se vieron forzados, o bien a convertirse en animales terrestres, o bien a perecer, eso mismo les ocurri� a estos semianimales feliz�mente adaptados a la selva, a la guerra, al vagabundaje, a la aventura, -- de un golpe todos sus instintos quedaron desva�lorizados y �en suspenso�. A partir de ahora deb�an cami�nar sobre los pies y �llevarse a cuestas a s� mismos�, cuando hasta ese momento hab�an sido llevados por el agua: una es�pantosa pesadez gravitaba sobre ellos. Se sent�an ineptos para las funciones m�s simples, no ten�an ya, para este nue�vo mundo desconocido, sus viejos gu�as, los instintos regu�ladores e inconscientemente infalibles, -- �estaban reduci�dos, estos infelices, a pensar, a razonar, a calcular, a combi�nar causas y efectos, a su �conciencia�, a su �rgano m�s miserable y m�s expuesto a equivocarse! Yo creo que no ha habido nunca en la tierra tal sentimiento de miseria, tal pl�mbeo malestar, -- �y, adem�s, aquellos viejos instintos no hab�an dejado, de golpe, de reclamar sus exigencias! S�lo que resultaba dificil, y pocas veces posible, darles satisfac�ci�n: en lo principal, hubo que buscar apaciguamientos nuevos y, por as� decirlo, subterr�neos. Todos los instintos que no se desahogan hacia fuera se vuelven hacia dentro -- esto es lo que yo llamo la interiorizaci�n del hombre: �nica�mente con esto se desarrolla en �l lo que m�s tarde se deno�mina su �alma�. Todo el mundo interior, originariamente delgado, como encerrado entre dos pieles, fue separ�ndose y creciendo, fue adquiriendo profundidad, anchura, altura, en la medida en que el desahogo del hombre hacia fuera fue quedando inhibido. Aquellos terribles bastiones con que la organizaci�n estatal se proteg�a contra los viejos instintos de la libertad -- las penas sobre todo cuentan entre tales bas�tiones-- hicieron que todos aquellos instintos del hombre salvaje, libre, vagabundo, diesen vuelta atr�s, se volviesen contra el hombre mismo. La enemistad, la crueldad, el placer en la persecuci�n, en la agresi�n, en el cambio, en la des�trucci�n -- todo esto vuelto contra el poseedor de tales ins�tintos: �se es el origen de la �mala conciencia�. El hombre que, falto de enemigos y resistencias exteriores, encajonado en una opresora estrechez y regularidad de las costumbres, se desgarraba, se persegu�a, se mord�a, se ro�a, se sobresal�taba, se maltrataba impacientemente a s� mismo, este ani�mal al que se quiere �domesticar� y que se golpea furioso contra los barrotes de su jaula, este ser al que le falta algo, devorado por la nostalgia del desierto, que tuvo que crearse a base de s� mismo una aventura, una c�mara de suplicios, una selva insegura y peligrosa --este loco, este prisionero a�orante y desesperado fue el inventor de la �mala concien�cia�. Pero con ella se hab�a introducido la dolencia m�s grande, la m�s siniestra, una dolencia de la que la humani�dad no se ha curado hasta hoy, el sufrimiento del hombre por el hombre, por s� mismo: resultado de una separaci�n violenta de su pasado de animal, resultado de un salto y una ca�da, por as� decirlo, en nuevas situaciones y en nuevas condiciones de existencia, resultado de una declaraci�n de guerra contra los viejos instintos en los que hasta ese momento reposaban su fuerza, su placer y su fecundidad. A�a�damos en seguida que, por otro lado, con el hecho de un alma animal que se volv�a contra s� misma, que tomaba partido contra s� misma, hab�a aparecido en la tierra algo tan nuevo, profundo, inaudito, enigm�tico, contradictorio y lleno de futuro, que con ello el aspecto de la tierra se modi�fic� de manera esencial. De hecho hubo necesidad de es�pectadores divinos para apreciar en lo justo el espect�culo que entonces se inici� y cuyo final es a�n completamente imprevisible, -- un espect�culo demasiado delicado, dema�siado maravilloso, demasiado parad�jico como para que pudiera representarse en cualquier rid�culo astro sin que, cosa absurda, nadie lo presenciase. Desde entonces el hom�bre cuenta entre las m�s inesperadas y apasionantes jugadas de suerte que juega el �gran Ni�o�" de Her�clito, ll�mese Zeus o Azar, -- despierta un inter�s, una tensi�n, una espe�ranza, casi una certeza, como si con �l se anunciase algo, se preparase algo, como si el hombre no fuera una meta, sino s�lo un camino, un episodio intermedio, un puente, una gran promesa... barcelona sexo
el mismo dinero cambia dos veces de lugar; el capitalista lo recibe primero como vendedor y se desprende de �l como comprador; la transformaci�n de la mercanc�a en forma dinero s�lo sirve para convertirla nuevamente de la forma-dinero en la forma mercanc�a; por tanto, la forma dinero del capital, su existencia como capital-dinero, es, en este proceso, un factor llamado a desaparecer; o, dicho de otro modo, el capital-dinero, mientras el proceso est� en marcha, s�lo act�a como medio de circulaci�n cuando sirve de medio de compra; cuando aparece como medio de pago es, exclusivamente, cuando los capitalistas realizan compras mutuas entre s�; es decir, cuando se trata, simplemente, de saldar la diferencia. Barcelona escort D) El capital global de 900 libras esterlinas, por ejemplo, debe dividirse en dos partes, como en el caso anterior: 600 libras para el per�odo de trabajo y 300 para el per�odo de circulaci�n. La parte realmente invertida en el proceso de trabajo se reduce as� en una tercera parte, de 900 libras a 600, con lo cual se reduce tambi�n en una tercera parte la escala de producci�n. Por otra parte, las 300 libras s�lo funcionan para asegurar la continuidad del per�odo de trabajo, haciendo que cada semana del a�o puedan invertirse en el proceso de trabajo 100 libras esterlinas. barcelona masajista
Pasar de todo.
Baste esto, de una vez por todas, en lo que respecta a la pro�cedencia del �Dios santo�. -- Que en s� la concepci�n de los dioses no tiene que llevar necesariamente a esa depravaci�n de la fantas�a, de cuya representaci�n por un instante no nos ha sido l�cito dispensarnos, que hay formas m�s nobles de servirse de la ficci�n po�tica de los dioses que para esta autocrucifixi�n y autoenvilecimiento del hombre, en las que han sido maestros los �ltimos milenios de Europa, -- �esto es cosa que, por fortuna, a�n puede inferirse de toda mirada dirigida a los dioses griegos, a esos reflejos de hom�bres m�s nobles y m�s due�os de s�, en los que el animal se sent�a divinizado en el hombre y no se devoraba a s� mismo, no se enfurec�a contra s� mismo! Durante un tiempo largu��simo esos griegos se sirvieron de sus dioses cabalmente para mantener alejada de s� la �mala conciencia�, para se�guir estando contentos de su libertad de alma: es decir en un sentido inverso al uso que el cristianismo ha hecho de su Dios. En esto llegaron muy lejos aquellas magn�ficas cabezas infantiles, valientes como leones; y nada menos que una au�toridad tan grande como la del mismo Zeus hom�rico les da a entender ac� y all� que se toman las cosas demasiado a la ligera: ��Ay!�, dice en una ocasi�n -- se trata del caso de Egisto, un caso muy grave -- masajes barcelona A pesar de que este caso representa siempre en la realidad una excepci�n casual, debe servirnos de punto de partida para nuestras consideraciones, por ser aquel en que los t�rminos del problema se presentan de un modo m�s sencillo y m�s tangible. erosbcn.com 2) Se sigue de aqu� que en el caso B se emplea un capital diez veces mayor (5,000 libras esterlinas) que en el caso A para poner en movimiento durante el a�o la misma masa de capital variable y, por tanto, la misma masa de plusval�a. La cuota real de plusval�a s�lo expresa la proporci�n existente entre el capital. variable empleado en un determinado per�odo de tiempo y la plusval�a producida en el mismo periodo, o la masa de trabajo no retribuido que moviliza el capital variable empleado durante este per�odo de tiempo. No tiene absolutamente, nada que ver con la parte del capital variable que se desembolsa durante el tiempo en que no se emplea, ni tampoco con la proporci�n, modificada y diferenciada para distintos capitales por el periodo de rotaci�n, entre la parte de ellos desembolsada durante determinado periodo de tiempo y la parte empleada en el mismo periodo. escort catalana Tomemos ahora dos mercanc�as, por ejemplo trigo y hierro. Cualquiera que sea la proporci�n en que se cambien, cabr� siempre representarla por una igualdad en que una determinada cantidad de trigo equivalga a una cantidad cualquiera de hierro, v. gr.: 1 quarter de trigo = x quintales de hierro. �Qu� nos dice esta igualdad? Que en los dos objetos distintos, o sea, en 1 quarter (7) de trigo y en x quintales de hierro, se contiene un algo com�n de magnitud igual. Ambas cosas son, por tanto, iguales a una tercera, que no es de suyo ni la una ni la otra. Cada una de ellas debe, por consiguiente, en cuanto valor de cambio, poder reducirse a este tercer t�rmino. girlsbcn Sin embargo, la compensaci�n del n�mero de obreros o de la magnitud del capital variable mediante el aumento de la cuota de plusval�a o la prolongaci�n de la jornada de trabajo, tiene sus l�mites, l�mites infranqueables. Cualquiera que sea el valor de la fuerza de trabajo, lo mismo si el tiempo de trabajo necesario para la conservaci�n del obrero representa 2 horas que s� representa 10, el valor total que un obrero puede producir, un d�a con otro, es siempre m�s peque�o que el valor en que se materializan 24 horas de trabajo, inferior a 12 chelines o 4 t�leros, suponiendo que sea �sta la expresi�n en dinero de 24 horas de trabajo materializadas. Bajo el supuesto de que part�amos anteriormente, seg�n el cual para reproducir la propia fuerza de trabajo o reponer el capital desembolsado para comprarla eran necesarias 6 horas diarias de trabajo, un capital variable de 500 t�leros que emplee 500 obreros a una cuota de plusval�a del 100 por ciento o con una jornada de trabajo de 12 horas, produce una plusval�a diaria de 500 t�leros, o sea 6 x 500 horas de trabajo. Un capital de 100 t�leros, empleando diariamente 100 obreros a una cuota de plusval�a del 200 por ciento o con una jornada de trabajo de 18 horas, s�lo produce una masa de plusval�a de 200 t�leros, o sean 12 x 100 horas de trabajo. Y su producto global de valor, equivalente al capital variable desembolsado m�s la plusval�a, no puede alcanzar jam�s, un d�a con otro, la suma de 400 t�leros, o de 24 x 100 horas de trabajo. El l�mite absoluto de la jornada media de trabajo, que es siempre, por naturaleza, inferior a 24 horas, opone un l�mite absoluto a la posibilidad de compensar la disminuci�n del capital variable aumentando la cuota o el n�mero menor de obreros explotados aumentando el grado de explotaci�n de la fuerza de trabajo. Esta segunda ley, bien palpable, es de importancia para explicar muchos fen�menos que brotan de la tendencia, que m�s tarde explicaremos, del capital a reducir todo lo posible el n�mero de obreros por �l empleados, o, lo que es lo mismo, su parte variable, invertida en fuerzas de trabajo, en aparente contradicci�n con otra tendencia suya: la de producir la mayor masa posible de plusval�a. La realidad es la inversa. La masa de plusval�a producida, lejos de aumentar, disminuye al crecer la masa de la fuerza de trabajo empleada, o sea, la magnitud del capital variable, si este aumento no guarda proporci�n con el descenso experimentado por la cuota de plusval�a. girlsbcn No basta, sin embargo, expresar el car�cter espec�fico del trabajo de que est� formado el valor del lienzo. La fuerza humana de trabajo en su estado fluido, o sea el trabajo humano, crea valor, pero no es de por s� valor. Se convierte en valor al plasmarse, al cobrar forma corp�rea. Para expresar el valor del lienzo como cristalizaci�n de trabajo humano, tenemos necesariamente que expre�sarlo como un "algo objetivo" distinto corporalmente del propio lienzo y a la par com�n a �ste y a otra mercanc�a. Este problema lo hemos resuelto ya. contactos girona La manufactura de cerillas data de 1833, en que se invent� la aplicaci�n del f�sforo a la cerilla. A partir de 1845, esta industria comienza a propagarse r�pidamente por Inglaterra, difundi�ndose por los sectores m�s densos de poblaci�n de Londres y por Manchester, Birmingham, Liverpool, Bristol, Norwich, Newcastle, Glasgow, etc., y con ella el trismo, enfermedad que un m�dico vien�s descubre ya en 1845 como caracter�stica de los cerilleros. La mitad de los obreros de esta industria son ni�os menores de 13 a�os y j�venes de menos de 18. La manufactura cerillera tiene tal fama de malsana y repugnante, que s�lo le suministra ni�os, "ni�os andrajosos, hambrientos, abandonados y sin educar", la parte m�s desamparada de la clase obrera, viudas medio muertas de hambre, etc.38 De los testigos de esta industria examinados por el comisario White (1863), 250 ten�an menos de 18 a�os, 50 menos de 10, 10 menos de 8, y 5 no hab�an cumplido a�n los 6 a�os. Jornadas de trabajo de 12 a 14 y 15 horas, trabajo nocturno, comidas sin horas fijas y casi siempre en los mismos lugares de trabajo, apestando a f�sforo.39 En esta manufactura, el Dante encontrar�a superadas sus fantas�as infernales m�s crueles.


La jornada de trabajo no representa, por tanto, una magnitud constante, sino variable. Una de las dos partes que la integran se halla condicionada por el tiempo de trabajo requerido para la reproducci�n continua del propio obrero, pero su duraci�n total cambia al cambiar la longitud o duraci�n del trabajo excedente. Es decir, que la jornada de trabajo es susceptible de determinaci�n, pero no constituye de suyo un factor determinado.1 saunas alicante 131 Un virtuoso en este pretencioso cretinismo es, entre otros. MacCulloch. "Si el ventajoso -dice, por ejemplo, con el simplismo presuntuoso de una criatura de 8 a�os- cultivar y desarrollar, la pericia del obrero, capacit�ndole para producir una cantidad cada vez mayor de mercanc�as con el mismo o menor esfuerzo, necesariamente tiene que serlo tambi�n el que se ayude de la maquinaria que m�s pueda servirle para conseguir ese resultado." (MacCulloch, Principles of Political Economy, Londres, 1830. p. 182.) sofiabcn En su forma de m�quina, el instrumento de trabajo se convierte enseguida en competidor del propio obrero.112 El aumento del capital por medio de la m�quina se halla en raz�n directa al n�mero de obreros cuyas condiciones de vida anula �sta. Todo el sistema de la producci�n capitalista descansa sobre el hecho de que el obrero vende su fuerza de trabajo como una mercanc�a. La divisi�n del trabajo reduce esa fuerza de trabajo a la pericia puramente pormenorizada del obrero en el manejo de una herramienta parcial. Al pasar el manejo de la herramienta a cargo de la m�quina, la fuerza de trabajo pierde su valor de uso, y con �l su valor de cambio. El obrero no encuentra salida en el mercado, queda privado de valor, como el papel-moneda retirado de la circulaci�n. La parte de la clase obrera que la maquinaria convierte de este modo en poblaci�n sobrante, es decir, in�til por el momento para los fines de explotaci�n del capital, sigue dos derroteros: de una parte, se hunde en la lucha desigual entablada por la vieja doctrina manual y manufacturera contra la industria maquinizada; de otra parte, inunda todas las ramas industriales f�cilmente accesibles, abarrota el mercado de trabajo de mano de obra y hace, con ello, que el precio de la fuerza del trabajo descienda por debajo de su valor. A estos obreros pauperizados se les dice, como un gran consuelo, que sus sufrimientos son "pasajeros" ("a temporary inconvenience") y que la maquinar�a s�lo se adue�a paulatinamente de toda una rama de producci�n, con lo cual se contrarrestan el volumen y la intensidad de sus efectos destructores. De estos dos consuelos, el uno se da de pu�etazos con el otro. All� donde la m�quina conquista gradualmente un campo de producci�n, provoca la miseria cr�nica en las capas obreras que compiten con ella. Y si la transici�n es r�pida, los efectos se dan en masa y tienen un car�cter agudo. La historia universal no conoce drama m�s espantoso que el de la desaparici�n de los tejedores algodoneros ingleses, drama que vino arrastr�ndose durante decenios, hasta que por fin encontr� su desenlace final en 1838. Muchos de estos desgraciados murieron de hambre y otros muchos vegetaron durante a�os y a�os, con sus familias, a base de un jornal de dos peniques y medio diarios.113 En cambio, en la India oriental la maquinaria algodonera inglesa surti� efectos agudos. He aqu� c�mo se expresa el que fue gobernador general de la India inglesa desde 1834 a 1835: "La miseria reinante no encuentra apenas paralelo en la historia del comercio. Los huesos de los tejedores algodoneros hacen blanquear las llanuras de la India." Indudablemente, para estos tejedores las m�quinas s�lo produc�an "males pasajeros"; despu�s de morir, ya no los advert�an. Por lo dem�s, los efectos "temporales" de la maquinaria son bastante permanentes, puesto que no hace m�s que adue�arse de nuevas zonas de producci�n. La faceta independiente y extra�a que el r�gimen capitalista de producci�n presta a las condiciones y a los productos del trabajo respecto al obrero, enfrent�ndolas con �ste, se convierte, con la maquinaria, en una abierta y total contradicci�n.114 Por eso es en la era de la maquinaria cuando estallan las primeras revueltas brutales del obrero contra los instrumentos de trabajo. Box BCN En 1860 h�zose extensiva la ley fabril de 1850 a las tintorer�as y lavander�as152 y en 1861 a las f�bricas de puntillas y de med�as. barcelona El dinero que gira con arreglo a esta forma de circulaci�n es el que se transforma en capital, llega a ser capital y lo es ya por su destino. bares de copas en espa�a Arist�teles no pod�a descifrar por si mismo, analizando la forma del valor, el hecho de que en la forma de los valores de las mercanc�as todos los trabajos se expresan como trabajo humano igual, y por tanto como equivalentes, porque la sociedad griega estaba basada en el trabajo de los esclavos y ten�a, por tanto, como base natural la desigualdad entre los hombres y sus fuerzas de trabajo. El secreto de la expresi�n de valor, la igualdad y equiparaci�n de valor de todos los trabajos, en cuanto son y por el hecho de ser todos ellos trabajo humano en general, s�lo pod�a ser descubierto a partir del momento en que la idea de la igualdad humana poseyese ya la fir�meza de un prejuicio popular. Y para esto era necesario llegar a una sociedad como la actual, en que la forma-mercanc�a es la forma general que revisten los productos del trabajo, en que, por tanto, la relaci�n social preponderante es la relaci�n de unos hombres con otros como poseedores de mercanc�as. Lo que acredita precisamente el genio de Arist�teles es el haber descubierto en la expresi�n de valor de las mercanc�as una relaci�n de igualdad. Fue la limitaci�n his�t�rica de la sociedad de su tiempo, la que le impidi� desentra�ar en qu� consist�a. "en rigor", esta relaci�n de igualdad. nightspain.com 79 "Los obreros a quienes se hace trabajar con exceso mueren con asombrosa rapidez; pero las vacantes de los que perecen son cubiertas r�pidamente sin que el frecuente cambio de personajes introduzca ning�n cambio en la escena." England and America, Londres, 1833, t. I, p. 55 (Autor, E. G. Wakefield. Barcelona pisos 197 "En muchas manufacturas no pueden introducirse las mejoras necesarias sin un desembolso de capital que excede de los medios de muchos de sus actuales propietarios... Una desorganizaci�n pasajera acompa�a necesariamente a la implantaci�n de las leyes fabriles. El volumen de esta desorganizaci�n esta en raz�n directa a la magnitud de los abusos que se trata de remediar." (L. c., pp. 96 y 97.)

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